La ciencia y la tecnología constituyen elementos clave para impulsar la innovación, aumentar la productividad, generar nuevas oportunidades de empleo y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. En el caso panameño, la mayoría de la sociedad pone en valor la importancia de las instituciones científicas. Seis de cada diez personas encuestadas en la IV Encuesta de Ciudadanía y Derechos (CIEPS, 2025) valoran de forma positiva o muy positiva el rol de estas instituciones. Este dato tiene una especial relevancia en un contexto de alta desconfianza y crisis de representación, en el que se observa un importante deterioro en la valoración de la gran mayoría de las instituciones.

La ciencia, como institución, es uno de los pocos actores que mantiene una valoración positiva constante en las encuestas presenciales del CIEPS desde 2021 hasta 2025. A su vez, es destacable que un 88% de los legisladores entrevistados en la encuesta del Proyecto Élites Parlamentarias Latinoamericanas (PELA-USAL, 2025) manifiesten tener alguna o mucha confianza en Senacyt, siendo esta la entidad que genera más confianza entre un listado de 18 actores que incluye organizaciones políticas, económicas, sociales y religiosas. Incluso la encuesta telefónica realizada por el CIEPS, financiada por la Unión Europea dentro del Estudio sobre la libertad de expresión y prensa en Panamá (2025), destaca que la comunidad científica es el actor que acumula el mayor nivel de confianza ciudadana en su aparición en los medios, por encima de voceros políticos, empresariales, sociales y religiosos.

A pesar de estos datos, es llamativo que las personas encuestadas en la IV Encuesta de Ciudadanía y Derechos consideren que las instituciones tecnológicas y científicas panameñas son el actor con menor influencia, por debajo no solo de los actores políticos y económicos, sino también de los sociales y religiosos. Esto provoca un notable desempoderamiento de la comunidad científica.

Este alto nivel de confianza y valoración positiva le confiere a la comunidad científica panameña un soft power que aparentemente no está ejerciendo, debido a la generalizada percepción de falta de influencia. En democracia se deben atender las demandas del demos (del griego δῆμος, dêmos, “pueblo”), y en economía son los hogares, las empresas y el Estado los que deben resolver los problemas económicos básicos de una sociedad. Pero es fundamental que estas demandas y las propuestas para resolverlas estén orientadas por un conocimiento fiable y consistente, validado por el método científico.

Para afrontar los retos de la comunidad científica, es indispensable que esta disponga de suficientes recursos económicos para desarrollar y consolidar su labor en investigación, desarrollo e innovación (I+D+i). En este punto es necesario enfatizar que la coyuntura actual deja poco margen para incrementos presupuestarios, marcada por dificultades económicas y un alto endeudamiento del sector público, lo que limita la capacidad de inversión de Panamá.

A pesar de estas restricciones, en el Órgano Legislativo existe un proyecto de ley que busca aumentar la inversión en ciencia al 1% del PIB. El proyecto de ley n.º 98 establece una proyección de crecimiento de la inversión desde 2025 hasta 2029, pero esta proyección se truncó con la propuesta de recorte a Senacyt de unos 21 millones de dólares para el presupuesto público de 2026, en un país cuya inversión en ciencia ronda apenas el 0.13% del PIB. De nuevo, según datos de encuesta, esta situación no cuenta con la aprobación de la ciudadanía ni de los representantes políticos.

El Observatorio Panameño de Ciencia, Tecnología e Innovación reveló en 2024 que seis de cada diez personas consideran insuficiente la financiación de la ciencia en Panamá, y un 84% del cuerpo legislativo encuestado por el PELA-USAL en 2025 considera que Senacyt no dispone de los recursos necesarios para enfrentar los retos del país.

Panamá ha aumentado el número de investigadores e investigadoras en los últimos años, una apuesta prometedora, aunque todavía limitada: cuenta con unos doscientos por cada millón de habitantes, lejos del estándar internacional recomendado de mil por millón. A pesar de las dificultades del sistema de ciencia y tecnología, Panamá no debe cejar en su apuesta por una ciencia abierta y democrática, útil para mejorar la vida de su ciudadanía. Esta apuesta debe ser firme para fortalecer la competitividad en una coyuntura internacional compleja, aprovechar oportunidades y fortalecer las capacidades nacionales, y, sobre todo, para que el conocimiento científico permita abordar las profundas brechas que sufre la sociedad panameña.

*Inicialmente publicado en La Prensa.