El sistema de partidos políticos panameños y la formulación de políticas públicas han sido durante mucho tiempo caracterizados por el consenso y la homogeneidad.
La aprobación del Presupuesto de la República ha generado numerosos comentarios en la opinión pública. Esta columna no tiene intención de agregar uno adicional sobre los hechos particulares. Sin embargo, los acalorados debates dentro de la Asamblea Nacional y los reclamos de las autoridades municipales recientemente elegidas por el otorgamiento del presupuesto previsto por la descentralización son eventos que, aunque no estamos acostumbrados, son sanos en democracia. El sistema de partidos políticos panameños y la formulación de políticas públicas han sido durante mucho tiempo caracterizados por el consenso y la homogeneidad. Nuestra decisión a la hora de votar podía tener consecuencia en cuanto a la personalidad y al estilo de liderazgo para los próximos cinco años, pero, sobre lo que se haría, muy poco cambiaba.
Pueda por verse si un gobierno liderado por “independientes” generaría políticas públicas distintas de las que han sido diseñadas durante los últimos 35 años (quizás algunos gobiernos locales nos den pistas al respecto, aunque la respuesta más cautelosa sería probablemente “depende”). Lo que las últimas semanas parece haber dejado claro es que el consenso dentro de las instituciones podría haber acabado, y estemos asistiendo de ahora en adelante a una política más conocida en otras latitudes, con disenso, negociaciones, conflicto y oposición. Y una dosis de disenso en política es saludable: el consenso, al contrario, tiende a expulsar las personas que piensan distinto del arco político. En este contexto, parece útil entender de un poco más cerca quiénes son y quiénes representan esta nueva bancada de 24 escaños ganados por la libre postulación, y en particular las listas de Vamos, el Movimiento Otro Camino y una diputada del Partido Popular, que se han declarado en oposición al gobierno.
Desde un punto de vista demográfico, esta nueva bancada representa, sin duda, una renovación de la Asamblea Nacional. El promedio de edad del grupo es casi diez años inferior al promedio de la Asamblea. Si tomamos solamente los diputados de libre postulación/Vamos, su diferencia de edad con la bancada de Cambio Democrático es de prácticamente veinte años. Por otro lado, mientras que la proporción de mujeres en la Asamblea es de apenas 22.5%, la bancada independiente cuenta con un tercio de diputadas, confirmando lo que las mujeres de partidos políticos decían desde hace tiempo: los partidos políticos trabajan activamente para excluir a las mujeres de los cargos de elecciones. A título de ejemplo, la bancada del PRD solamente cuenta con 8.3 % de mujeres.
El cambio generacional y la feminización de la Asamblea son elementos importantes de renovación. Sin embargo, no son los únicos: se espera que la Asamblea represente a toda la nación, en su variedad etaria y de género, pero también en su diversidad geográfica y social. Si prestamos atención a la provincia de nacimiento de los diputados del país, podemos constatar una sobrerrepresentación de la provincia de Panamá: mientras que 35 % de los habitantes del país vive en la provincia donde está ubicada la capital, 62,5% de la bancada independiente ha nacido allí. En este sentido, los partidos tradicionales cumplen mejor el trabajo de representar a todo del país. Solamente en la bancada del PRD, por ejemplo, están diputados nacidos en comarcas indígenas.
En cuanto a la diversidad social y profesional del país, allí también, nuestra asamblea es más bien bastante homogénea. 21 % ejercían la abogacía, seguidos por los empresarios y las personas que se dedican a la administración de empresas (11 % para cada uno). En cuarto lugar, siguen los ingenieros. De forma interesante, si hacemos la sociología de la nueva bancada independiente, encontramos pocos empresarios y administradores de empresa; en cambio, casi la mitad de la bancada se dedicaba a la abogacía o a la ingeniería antes de entrar a la Asamblea Nacional, un perfil bastante cónsono con su preocupación con el tema de la corrupción y con la cosa pública en general. Adicionalmente, han incorporado segmentos de la población que no se encontraba presentes en la representación nacional, como estudiantes y periodistas. En cambio, la bancada no cuenta con agricultores ni obreros ni docentes, por ejemplo.
La bancada de libre postulación es, por lo tanto, una renovación a medias tintas. No por eso hay que olvidar su origen: canalizó durante las elecciones un profundo descontento de una parte del país, en buena medida similar en su sociología con la población más preocupada por la corrupción y que bajó a las calles para oponerse al proyecto minero en 2023. Este origen político fue de hecho recordado por la bancada de Vamos, en referencia a la rapidez de la aprobación del presupuesto. Mientras se avecinan debates difíciles, como los relativos a la Caja de Seguro Social y a la mina, haríamos bien en recordar estos orígenes.
Politóloga especialista en derechos humanos. Doctoranda en Ciencias Políticas en la Universidad Libre de Bruselas. Experiencia profesional en América Central, Sudamérica y Europa. Autora de varios textos académicos sobre actores políticos emergentes en América Latina. Autora del artículo “Las Iglesias Evangélicas en Panamá: análisis de la emergencia de un nuevo actor político”.
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