El lunes 4 de marzo inició la campaña electoral que culminará con las elecciones generales del 5 de mayo. Ese día elegiremos, con sus suplentes, 1 presidente, 71 diputados, 81 alcaldes, 679 representantes de corregimiento, 9 concejales y 20 diputados centroamericanos. Estas elecciones generales son las sextas que se realizan desde que el país transitó hacia la democracia en 1990 y, por supuesto, tienen algunas particularidades a las que no debes dejar de dar seguimiento para guiar tus reflexiones y entender lo que está sucediendo.
- ¿Quién ganará la elección presidencial?
Estamos frente a las elecciones con mayor incertidumbre de la historia panameña reciente. La “incertidumbre del resultado” ha sido una de las características fundamentales de las últimas cinco elecciones panameñas. Sin embargo, aunque ha sido así, el electorado más o menos sabía que “el gobierno no gana las elecciones”. Era una manera coloquial de referirse al patrón de alternancia en el poder que ha caracterizado la política electoral panameña desde 1994. Ese patrón se basó en el sistema de coaliciones encabezado por el PRD y el entonces Partido Arnulfista, pero con el ascenso de Cambio Democrático como uno de los tres partidos más importantes en el país, ya no está tan claro que el sistema de partidos panameño produce alternancia. Como si eso fuera poco, la irrupción de los candidatos de libre postulación complejiza aún más el escenario y potencialmente fragmenta más el electorado, por lo que quien gane podría hacerlo con alrededor de 30% de los votos. Además, visto desde otro ángulo, si “la oposición siempre gana”, la pregunta es ¿quién representa la oposición?
- ¿Cuál será el desempeño de las candidaturas por libre postulación?
Desde 2014, una de las más grandes novedades de las elecciones panameñas es la posibilidad de postularse a la presidencia fuera de los partidos políticos. La opinión pública les ha llamado candidatos “independientes”, atribuyéndoles cualidades que van más allá de la figura legal mediante la que se han postulado. De cualquier manera, es innegable que esa figura ha captado la imaginación y ha re-entusiasmado a buena parte del electorado. Está por verse si algún candidato por la libre postulación será capaz de articular el malestar de buena parte de la ciudadanía hacia las elites tradicionales producto de la acumulación de escándalos inaugurados por los Panama Papers, continuados por Odebrecht y profundizados por la Asamblea Nacional. Ese contexto es la ventaja que tienen los actuales candidatos por libre postulación sobre los de hace cinco años, que juntos no obtuvieron ni el 1% de los votos válidos. Como corolario, será interesante comprobar el resultado de la “guerra de posiciones”, es decir, de interpretación de la realidad, sobre la importancia de “la estructura” para ganar una elección presidencial.
- ¿Tendrá algún efecto la campaña de #NoALaReelección?
En los últimos meses, el malestar hacia la política ha sido comunicado a través de la etiqueta #NoALaReelección. De alguna manera y con menos alcance esta etiqueta ha sido el equivalente del “que se vayan todos” argentino del 2001 o el “no nos representan” español del 2011. En Panamá, la efectividad del eslogan arrastra ciertas dudas porque no articuló movilizaciones masivas en las calles y porque apunta sobre todo hacia la Asamblea Nacional, ya que los presidentes no se reeligen inmediatamente y porque los gobiernos locales tienen poco espacio en la agenda nacional. También hay que tener presente que, excepto en las elecciones legislativas de 2014, cuando se reeligieron 53% de los diputados, la reelección no ha sido un “problema” en la Asamblea Nacional. No obstante, sí podría tener cierto efecto: el de fragmentar la Asamblea Nacional. El #NoALaReelección podría convertirse en la más importante y efectiva pieza de campaña de los candidatos legislativos de libre postulación y, por rebote, de los nuevos aspirantes de los partidos políticos. Si el camino señalado por la diputada Ana Matilde Gómez abre el espacio a más diputaciones de libre postulación, es de esperarse que el resultado sea una Asamblea Nacional fragmentada y, por lo tanto, un sistema político con mayores dificultades para generar gobernabilidad.
- ¿La corta duración de la campaña tendrá impacto en la abstención?
Estas elecciones están siendo reguladas por el Código Electoral más avanzado de los últimos treinta años. El objetivo de las nuevas normas -reducir el tiempo de campaña, transparentar el financiamiento privado y establecer montos máximos al financiamiento privado- es que quienes tienen más dinero no definan el resultado de las elecciones. Sin embargo, como todas las normas electorales, potencialmente las medidas para alcanzar este objetivo pueden tener efectos indeseables. Uno de ellos es que, luego de habernos acostumbrado a entusiasmar al electorado lanzando campañas que prácticamente duraban cinco años, dos meses podría ser muy poco tiempo para dar a conocer a los candidatos y hacer que la ciudadanía salga de sus casas a depositar su voto. Históricamente, el porcentaje promedio de participación electoral panameño ha sido “muy alto”, es decir, superior al 75%. Un descenso importante en esta característica estructural de las elecciones panameñas sería una catástrofe inédita que tendría que ser inmediatamente atendida. Como corolario de la veda electoral y el nuevo esquema de financiamiento –transparente y con topes de campaña- demanda un rol de fiscalización muy activo del Tribunal Electoral y lo expone más al escrutinio de la ciudadanía, en un momento en el que su capital reputacional no es el más alto.
- ¿Cuánto empeorará la representación de las mujeres?
Las instituciones de representación política deben parecerse al menos descriptivamente a la población que representan. Es decir, todos los sectores deben estar representados en una proporción parecida a la que existen en la sociedad. En Panamá no es así y el ejemplo más evidente y sangrante es el de la ausencia de mujeres en todas las instituciones de representación política. Ya sabemos que de todas las personas que se postularon como principales este año a algún cargo de elección popular sólo 17.6% son mujeres y que de siete candidaturas presidenciales sólo una es de una mujer. Las mujeres son militantes valiosas de los partidos políticos –alrededor de 50% de sus miembros son mujeres- y activistas indispensables de las agrupaciones de la sociedad civil, pero ninguna de estas organizaciones tiene la sensibilidad de género necesaria ni las postulan. Obviamente, con 17.6% de postulaciones, después del 5 de mayo Panamá estará muy lejos de la paridad y seguramente será uno de los peores países de la región en este aspecto. La democracia sin mujeres no es democracia. Sólo queda saber qué tan bajo y vergonzoso será el porcentaje de mujeres electas.
- ¿Cómo le irá a Cambio Democrático sin Martinelli?
Cambio Democrático es por su origen un partido personalista. Este tipo de partidos tienen dificultades para su institucionalización, pero nada les impide ser partidos fuertes capaces de ganar elecciones. Las elecciones de 2019 serán las primeras que el partido Cambio Democrático afrontará sin su líder personalista Ricardo Martinelli como candidato presidencial o en una posición de poder. El ascenso de Rómulo Roux no sólo abre la posibilidad de que el líder histórico haya perdido “su” partido, sino que también podría ser el inicio de la no muy frecuente mutación de un partido de ser personalista a convertirse en uno cuyo liderazgo es legitimado institucional y democráticamente. El partido Cambio Democrático tiene, con todo y sus tribulaciones, suficiente base social para ser un partido competitivo. La gestión que haga la dirigencia actual del omnipresente y polarizante recuerdo del expresidente Martinelli podría ser clave para su éxito.
- ¿Podrá repetir el Partido Panameñista?
Así como el PRD fue el partido hegemónico del periodo 1994-2009, ganando todas las elecciones legislativas, creciendo enormemente y ganando dos elecciones presidenciales, el Partido Panameñista ha sido, a su manera, el partido dominante del periodo 2009-2019. Sin el arraigo local electoral del PRD, los panameñistas han ocupado el órgano ejecutivo con distintos estatus durante los últimos diez años. Podría decirse que, aunque ningún partido político ha roto aún el esquema de alternancia hasta ahora característico de la política panameña, el Partido Panameñista ya la resquebrajó un poco. La reconstrucción de la coalición dominante del panameñismo en 2005 fue clave en su exitoso relanzamiento y, aunque muchos no lo crean, reposicionó al partido en el centro del espectro ideológico izquierda-derecha, que es donde antes el PRD ganaba elecciones. Como se ha dicho, el sistema de partidos panameño ha cambiado profundamente, eso ha hecho que la premisa “el gobierno nunca gana” sea mucho más débil. Independientemente del resultado de estas elecciones, del 2014 en adelante estructuralmente la posibilidad de victoria del candidato presidencial de gobierno es muy real.
- ¿Será la tercera la vencida del PRD?
Después de haber sido defenestrados los militares del poder, el PRD ha sido la principal organización de articulación del sistema político panameño. Por eso el deterioro de su capacidad competitiva es el mejor indicador del agotamiento de todo el sistema. Han sido la principal víctima de la ruptura del patrón de alternancia que mantuvieron con el Partido Arnulfista/Panameñista durante la década de los noventa hasta el año 2004. La hegemonía alcanzada entre los años 2004 y 2008 abrió la posibilidad de que por primera vez un partido panameño rompiera la barrera de la alternancia, pero la dura primaria presidencial del año 2008 entre Balbina Herrera y Juan Carlos Navarro acabó con el sueño. A partir de allí, el PRD ha tenido grandes dificultades para superar una fuerte dinámica clientelar (como lo han reconocido públicamente algunos de sus más importantes dirigentes), cohesionarse detrás de un proyecto político y aceptar un liderazgo electoral, independientemente de que tenga o no raigambre torrijista. Aparentemente, esta vez han llegado razonablemente unidos a las elecciones y esa unidad aumenta enormemente sus posibilidades de triunfo. Además, parecen conscientes de que la idea de que “esta vez le toca al PRD”, si se la creen, puede jugar en su contra.
- ¿Sobrevivirá el FAD?
El Frente Amplio por la Democracia es el único partido de izquierda de Panamá. Después de participar por primera vez en las elecciones de 2014, perdieron el registro electoral por no haber alcanzado la cantidad de votos necesarios para mantenerlo. Se han inscrito nuevamente y tienen como principal objetivo sobrevivir a estas elecciones. Para hacerlo, necesitan obtener solamente el 2% de los votos válidos en cualquiera de las elecciones en las que participarán el 5 de mayo. Contrario a lo que comúnmente se cree, una buena cantidad del electorado panameño se auto ubica ideológicamente como de izquierdas (29.5%, según el Barómetro de las Américas 2017), lo que hace obligatorio reflexionar sobre por qué el FAD ha tenido dificultades para movilizar votos. Una posibilidad es que el multimillonario esquema de financiamiento de campañas políticas los excluye; otra es que el tipo de izquierda que ellos son no coincide con un hipotético progresismo liberal electoralmente disponible. Lo cierto es que las dificultades del FAD son un buen indicador de las deficiencias del régimen democrático panameño, que por definición debe ser pluralista y diverso.
- ¿Cuál será el impacto de las redes sociales en la campaña?
En promedio, las campañas electorales latinoamericanas están siendo un poco más baratas debido al uso cada vez mayor de las redes sociales. Esa tendencia no ha llegado a Panamá, donde hasta ahora el monto de las campañas no ha parado de crecer. Según Datanalisis, la penetración de Internet en Panamá es de 66% -63% accede a través del teléfono móvil- lo cual está por encima del promedio regional. El uso más frecuente se lo lleva el correo electrónico (80%), mientras que el 77% usa redes sociales. La relación entre redes sociales y política se mueve entre dos posibilidades: la de movilizar grandes capas de una población según sus demandas, a través de “pequeños actos de participación política”, y la del aislamiento, banalización, polarización y distorsión (a través de la posverdad) del espacio público. Estas podrían ser las primeras elecciones panameñas en las que primen las redes sociales, está por verse cuál de las dos tendencias descritas prevalece.
Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Es autor de los libros “El vencedor no aparece en la papeleta” (2018) y “Partidos políticos y elecciones en Panamá: un enfoque institucionalista” (2007) y editor y coautor del libro “Las reformas electorales en Panamá: claves de desarrollo humano para la toma de decisiones” (2010). Ha sido profesor de análisis político en el Programa de Alta Gerencia y en el Executive MBA INCAE. Miembro del Concejo Asesor del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina de la UNAM y la OEA y del Concejo Asesor del Informe Estado de la Región con sede en Costa Rica. Ha sido hasta el momento el único panameño miembro de la Junta Directiva de la Asociación Latinoamericana de Ciencias Políticas (ALACIP), periodo 2010-2014. Electo director mediante concurso internacional por la junta directiva del CIEPS el 6 de marzo del 2018, inició funciones el 17 de septiembre del mismo año.
Muy interesante todo lo que viene con estas elecciones, la más complicada de todas en las que he participado como votante.
Sencilla y eficaz recapitulación de la situación político-ekectoral. ¡Gracias, Harry!