El 19 de marzo, en un noticiario televisivo panameño, se pudieron contrastar las opiniones de los candidatos presidenciales sobre la desigualdad, pero sus propuestas se centraron exclusivamente en buscar soluciones para la población con menores ingresos. Es importante diferenciar la pobreza de la desigualdad, fundamentalmente porque esta última se refiere a toda la sociedad, mientras la pobreza habla del segmento poblacional con menores ingresos. Por ejemplo, los países más pobres del mundo, en el África subsahariana, no son los países más desiguales del mundo, pues si bien ambos fenómenos tienen elementos de intersección, no son lo mismo.

La desigualdad de ingresos, desde el indicador Gini (su principal medidor), calcula hasta qué punto la distribución de ingresos de un país, entre individuos y hogares, se aleja de ser perfectamente equitativa. En el caso de Panamá, esta distancia es muy grande, con uno de los indicadores más altos del mundo en cuanto a inequidad: un 48.7. Ello contrasta llamativamente con el hecho de que Panamá sea el país que más crece en América Latina, y una de las economías de más rápido crecimiento en todo el mundo, con un promedio anual de 5.6% en los últimos cinco años. Según el Banco Mundial, en 2017 Panamá pasó a engrosar la lista de los países con ingresos altos, superando los 12,055 dólares de Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita, un escenario que acerca al país a la renta per cápita de países del sur de Europa.

Ante este panorama, dar respuesta a la desigualdad es crucial en este momento electoral porque, para atender los retos de la inequidad, se necesita un modelo de país articulado y no respuestas parciales o fragmentadas. Entonces, la desigualdad debería ser el principal tema en los debates públicos, pero llama la atención el lugar marginal que ocupa en el campo de discusión.

Hecho el diagnóstico y aprovechando que los juicios de la ciudadanía adquieren especial importancia en época de elecciones, vale la pena preguntarse qué opinan los panameños sobre la desigualdad. Según el Barómetro de las Américas, un 70.5% de los encuestados considera que el Estado debe implementar políticas para mejorar la distribución de ingresos.

Junto a este dato, cabe añadir los resultados de otro estudio de opinión pública, el Latinobarómetro, según el cual solo un 16% de los encuestados considera que la distribución de los ingresos es justa en Panamá. Además, un 83% considera que “se gobierna para unos cuantos grupos en su propio beneficio”, mientras que solo el 15% considera que “se está gobernando para el bien de todo el pueblo”. Estos resultados dejan entrever un alto nivel de consenso entre la ciudadanía panameña sobre el alto grado de desigualdad como principal problema en el país.

Entonces, ¿por qué no se debate sobre el tema? Una posible respuesta la podríamos encontrar en el texto de los politólogos panameños Harry Brown Araúz y Clara Inés Luna Vásquez en Panamá: crecimiento a expensas de la política: “Una potente lógica de crecimiento económico veloz y aplastante guía al país, que relega a un segundo plano las decisiones compartidas, la pluralidad, la diversidad, las necesidades de bienestar y los problemas de marginalidad como referentes necesarios de la política, subordinando toda la acción del gobierno a hacer negocios y a determinados resultados económicos”.

Siguiendo esta reflexión, podemos llegar a la hipótesis de que los liderazgos políticos tienen serias dificultades en tratar cuestiones más allá del crecimiento económico y el control de las finanzas públicas. Aunado a los liderazgos, habría que incluir el modelo de desarrollo como otro factor determinante; un modelo que desde hace décadas ha experimentado una gran velocidad, pero tiene un destino tan fijado a priori que es incapaz de conectar con las dificultades que sufren muchos de los ciudadanos.

Junto a esta posibilidad también podríamos sumar otro elemento, que es la forma parcial y fragmentada en que los tomadores de decisiones afrontan las problemáticas sociales, ya que al momento de abordarlas, los liderazgos políticos istmeños solo son capaces de brindar soluciones asistencialistas que afrontan las demandas más concretas y sustantivas de los más necesitados, sin abordar la problemática de manera integral (o al menos relacional), lo que popularmente se conoce como “poner un parche”.

Pero también podríamos entender que este desigual acceso a los recursos económicos puede estar vinculado a un desigual acceso a otros recursos básicos, como la salud, la educación o el trabajo decente, cuya carencia dificulta ejercer los derechos y las libertades públicas. Es decir, la desigualdad no es solo un concepto económico, sino que también es político.

En cualquier caso, es posible que la población sea consciente de que existe un alto grado de desigualdad económica y de que las autoridades deben buscar soluciones, pero difícilmente será consciente del efecto que ello tiene sobre el ejercicio de su ciudadanía; es decir, para la gente, la desigualdad parece afectar solo su “bolsillo”, pero no el ejercicio de sus derechos. Sin embargo, los datos de los últimos barómetros de opinión contradicen esta reflexión: según el Barómetro de las Américas de 2017, el 56.7% de los encuestados considera que existe un déficit en el ejercicio de las libertades fundamentales en Panamá, un 54% considera que existe muy poca libertad de prensa (a pesar de que los medios de comunicación son una de las instituciones mejor valoradas por la ciudadanía en Panamá), y un 65% considera que existe muy poca protección de los derechos humanos en el Istmo.

A simple vista no existe ningún vaso comunicante entre los datos sobre la falta de igualdad económica y el deficiente ejercicio de las libertades y los derechos civiles, pero ¿y si realmente existiera un nexo? ¿No nos estaría mostrando la ciudadanía panameña, por medio de su opinión, que es la desigualdad uno de los temas integrales que afecta no solo la satisfacción de sus necesidades básicas, sino también el ejercicio de su ciudadanía y el propio desempeño democrático?

Hay ciudadanos que tienen acceso a los recursos básicos y otros que no, pero también hay quienes tienen un deficiente acceso a estos recursos fundamentales. Estas asimetrías dificultan el ejercicio de los derechos y de las libertades de muchas personas en Panamá, una situación que impide a los sujetos interactuar en condiciones de paridad y genera múltiples y profundas inequidades.

En los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, estudiosos como Milton Friedman y la Escuela de Economía de Chicago, creían que una distribución desigual de la renta podría ser beneficiosa si logra aumentar los incentivos a trabajar, ahorrar e invertir en capital físico y humano. No obstante, en la actualidad, una buena parte de los economistas develan los verdaderos efectos de la desigualdad, cuyo impacto negativo en el modelo de desarrollo desincentiva la inversión en capital humano de los colectivos más vulnerables, a la vez que frena la movilidad social por sus devastadores efectos sobre la igualdad de oportunidades. Cada vez son más evidentes los elementos perjudiciales de la distribución económica inequitativa, por lo que incluso la propia Agenda 2030 de las Naciones Unidas incluye el combate de la desigualdad como un elemento central para el desarrollo. En ese sentido, las autoridades panameñas asumieron la Declaración de Panamá (el 12 y 13 de septiembre de 2018), que prioriza la reducción de las desigualdades estructurales en el marco de los objetivos de desarrollo del milenio.

Muchos académicos y estudiosos muestran su inquietud al entender que el fenómeno de la desigualdad origina inestabilidad social y conflictos, lo que pone en peligro la supervivencia de la democracia: Thomas Piketty, Agnus Deaton, Anthony Atkinson, Branco Milanovic, Emmanuel Saez, Francisco Gorlich, Peter Townsend, entre otros muchos.

Es clara la urgencia de generar espacios de investigación, debate y reflexión sobre la importante incidencia de la desigualdad y los peligros que genera en la democracia panameña.


Referencias:

  • Hausmann, Ricardo; Espinoza, Luis; Santos; Miguel Ángel (2017), “Cambiando esclusas: un diagnóstico de crecimiento de Panamá”. CID Faculty Working Paper Series No. 325 https://growthlab.cid.harvard.edu/files/growthlab/files/panama_growth_diagnostics_spanish.pdf
    Octubre de 2016
  • Brown Arauz, Harry; Lunas Vásquez, Clara Inés (2013), “Panamá: El crecimiento económico a expensas de la política”. Revista de Ciencia Política. Panamá.
  • Fraser, Nancy (2008),  “Escalas de justicia”. Helder. Barcelona.
  • Castells-Quintana, D. y Royuela, V. (2017) “Tracking positive and negative efeects of inequality on long-run growth”. EmpiricalEconomics. Vienna (Austria).
  • Informe Latinobarómetro 2018
  • Declaración de Panamá: http://www.undp.org/content/dam/rblac/docs/MinisterialForum/UNDP-RBLAC-Declaraci%C3%B3n%20de%20Panam%C3%A1%20-%20Septiembre%2013,%202018.pdf