Raisa Urribarri 

 

Se cumplieron los primeros cien días del nuevo gobierno encabezado por José Raúl Mulino y parece que los altibajos de una campaña electoral marcada por la indefinición de su candidatura hubieran quedado lejos. Desde hace tres meses contamos con un jefe de Estado que entró a la carrera como candidato a la vicepresidencia y la concluyó como abanderado, sin compañero de fórmula.   

El día de los comicios, el hoy Presidente de la República declaró que en caso de resultar electo él no podría nombrar a una persona para el cargo de vicepresidente. “No tengo nombre de lo que no va a ser y no tengo ningún problema en eso, yo vine al mundo solo”, afirmó en una conferencia de prensa en la que también deslizó que esa figura la podría suplir un ministro de Estado o asesor presidencial. Que sepamos, eso no ha sucedido. Llegó solo y así se ha mantenido  frente a los micrófonos. 

Pero volvamos al tema que ocupa este artículo: la campaña electoral. En la tradición de las ciencias de la comunicación, preguntarse sobre la labor de quienes dan cuenta de lo que ocurre al resto de la sociedad (periodistas, medios de comunicación) es algo central. Esta interrogante también ha estado presente en Panamá, aunque no de manera constante. 

Para un centro de estudios políticos y sociales, la campaña electoral, ese periodo decisivo dentro del ritual democrático durante el cual la ciudadanía cavila en torno a quién otorgar su voto de confianza, representa una oportunidad única para estudiar el comportamiento de los medios de comunicación, la ventana a través de la cual se dan a conocer las distintas ofertas electorales. 

Tomando en cuenta los resultados de nuestra Encuesta de Ciudadanía y Derechos (CIEPS, 2019, 2021, 2023), que señalan a la televisión como el medio preferido de la población panameña para informarse sobre los asuntos del país, hicimos un monitoreo de su programación durante la última campaña electoral con el objetivo de obtener una información detallada sobre la cobertura dada a las candidaturas de las diferentes fuerzas políticas, y a actores relevantes del proceso, como a los voceros del órgano electoral, representantes de distintos gremios y organizaciones no gubernamentales, entre otros. 

Para ello se conformó un equipo ad hoc que durante los noventa días establecidos en la legislación electoral observó metódicamente los noticieros matutinos y estelares de los dos canales de televisión abierta tipo A (comercial, con fines de lucro) más importantes y con mayores cuotas de audiencia del país, y el canal de televisión abierta tipo B (sin fines de lucro) de propiedad pública.  

Desde 2013, cuando Clara Inés Luna hizo su tesis de maestría en la Universidad Nacional Autónoma de México sobre el papel de los medios de comunicación en la consolidación de la cultura política democrática, en la que analizó dos noticieros emblemáticos de la televisión panameña, no había habido un esfuerzo sistemático en esta dirección. 

En las página iniciales de su disertación, Luna destacó que “la comprensión de las relaciones entre los medios de comunicación y la democracia está colmada de prejuicios” y que una de las virtudes de su trabajo era, precisamente, “reducir el déficit de investigación empírica que experimenta el campo de la comunicación política en Panamá”. 

Más de una década después, abonar a esa tarea resulta impostergable. Sobre todo porque debido al surgimiento de canales de desintermediación, —esto es, de las redes sociales y otros medios digitales—  la prensa se encuentra en la mira de actores políticos autoritarios que se empeñan en deslegitimarla. La razón es obvia: al poder le estorba el escrutinio, el contrapeso. Y no solo al poder político, que quede claro.  

Ningún evento pone tanto a prueba el comportamiento de los medios de comunicación social como unas elecciones. Los resultados de las tres olas de nuestra encuesta indican que la ciudadanía tiene percepciones paradójicas sobre ellos: los valora positivamente y les concede un gran poder de influencia, pero al  mismo tiempo no les otorga su confianza.   

¿Cómo se comportó la televisión durante la campaña electoral? ¿Cómo cubrió las diferentes candidaturas, tanto a la presidencia como al resto de los cargos de elección popular? ¿Qué temas ocuparon la agenda informativa? ¿Cómo se informó sobre hombres y mujeres? ¿Qué géneros periodísticos se utilizaron en la cobertura de los hechos? ¿Se privilegió alguna candidatura? 

 El monitoreo de aproximadamente 750 horas de transmisión nos ha permitido responder con rigor estas interrogantes y plantearnos otras, como parte de una línea de investigación que busca ampliar el conocimiento acerca de  un actor de singular significación. Dentro de algunas semanas daremos a conocer en detalle los resultados obtenidos en el estudio. Esperamos que, más allá de la discusión académica, la divulgación del conocimiento que generamos contribuya a promover una conversación pública informada sobre un tema tan importante como espinoso. 

 

 

Artículo publicado originalmente en el diario La Prensa el 14/10/2024.