Panamá es, tras Honduras, el país que expresa una mayor desconexión con la democracia según datos del Latinobarómetro 2020 (último del que se disponen datos). Sólo en Honduras, Panamá y Ecuador, 4 de cada 10 respuestas manifiestan que “A personas como yo nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. Estos 3 países son los únicos donde esta respuesta supera no sólo a la solución autoritaria, sino incluso a la respuesta “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, lo cual supone un profundo síntoma de desconexión democrática.
Es importante tener en cuenta que la renta per cápita de Panamá es 5 veces superior a la de Honduras y casi 3 veces superior a la de Ecuador. Posiblemente estos datos influyen en las diferencias de los factores que explicarían esta desconexión con el sistema político. ¿Cuál es el principal de ellos?
Trabajando en diferentes modelos estadísticos que incluyen factores como la corrupción, la desconfianza en las instituciones, la inseguridad ciudadana, una serie de variables sociodemográficas, así como el acceso al bienestar (medido a partir de un listado de 14 bienes y servicios), entre otras variables, los resultados sitúan el acceso al bienestar como el principal factor explicativo, pero de manera muy diferente entre estos tres países y el resto de América Latina. En Honduras y Ecuador, el grupo con un peor acceso al bienestar es el más propenso a una desconexión con la democracia, mientras que en Panamá la desconexión democrática es liderada por el grupo medio, que dispone de un acceso insuficiente al bienestar, pero que no sufre la peor condición. ¿Quiénes conforman ese grupo medio y con un mayor desapego por la democracia en el país?
En Panamá, en el grupo con un acceso medio al bienestar, un 41.9% dispone de ingresos laborales y 6 de cada 10 personas expresan dificultades por ingresos familiares insuficientes. Si bien tienen en común con otros grupos una generalizada desconfianza en las instituciones, el grupo de en medio no expresa una confianza significativa ni en el sector público ni en el privado, y es significativamente superior el porcentaje que no considera que “la democracia es el mejor de los sistemas”, además de expresar de forma más acusada su desacuerdo con la posibilidad de erradicar la corrupción en la política.
En este grupo se refleja una clase media vulnerable, con características de un “precariado”, como lo denomina el economista británico Guy Standing. Al ser un sector que se siente desconectado no sólo de las instituciones públicas, sino también del sector privado, acumulan una serie de promesas incumplidas, deudas, y frustraciones que las hacen receptivas a discursos antiestablishment de la antipolítica. Pero también pueden ser proclives a aquello que el sociólogo francés Emile Durkheim denominó como ”anomia”, el momento en el que los vínculos sociales se debilitan y la sociedad pierde su fuerza para integrar y regular adecuadamente a los individuos, teniendo como efecto la corrosión de la gobernabilidad y la erosión de las instituciones.
¿Cómo se podría transformar este estado de las cosas? Una alternativa sería articular políticas de igualdad que posibiliten dotar a la ciudadanía de una malla de protección pública contra las contingencias de la vida, algo que a Panamá, como país de renta alta, le permita atender a todos los sectores sociales. Esta podría ser una manera de aumentar la cohesión social, de reducir las brechas y de brindar un desarrollo que vele por el progreso y la satisfacción de las necesidades básicas de todos los miembros de la sociedad, de manera que a su vez se puedan ofrecer capacidades y oportunidades que reparen un ascensor social profundamente deteriorado.
Una versión de este texto fue publicada en el diario La Prensa el 3 de abril de 2023.
Doctor en Sociología y Antropología por la Universidad Complutense de Madrid. Experto en investigación social y estudios de opinión pública, consultoría y formación para organismos multilaterales, administración pública, empresas y ONGs.
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