En días pasados, gracias a un tweet del politólogo estadounidense Orlando Pérez, muchos se enteraron de que la ciudadanía panameña es la más insatisfecha con su democracia en toda Latinoamérica, según el último estudio del Barómetro de las Américas. Solamente el 26.1% de los entrevistados declaró estar “muy satisfecho” o “satisfecho” con la manera en la que la democracia funciona en el país, y aunque el hallazgo es estremecedor en sí mismo, adquiere una dimensión superior si comparamos nuestro contexto con el de otros países de la región. La ciudadanía panameña está más insatisfecha con su democracia que, por ejemplo, la hondureña (35.9%), cuyas últimas elecciones fueron fraudulentas y en donde, según dice el mismo estudio, casi la mitad de su población desea emigrar debido a la asfixiante situación económica y la inseguridad. La ciudadanía panameña está más insatisfecha que, por ejemplo, la brasileña (41.7%), en donde un gobierno con tintes fascistas atenta sistemáticamente contra los derechos humanos de su población, y qué decir de la ciudadanía nicaragüense (46.4%), en cuyo país un gobierno autoritario ha reprimido las protestas de la población de manera brutal recientemente.

Sin embargo, hay algunos matices. Según el Barómetro, la mayoría de la ciudadanía panameña (53.8%) también piensa que la democracia es mejor que cualquier otra forma de régimen político, y comparativamente es bastante mayor nuestra intolerancia a los golpes de Estado. Junto a Colombia y Uruguay, Panamá es uno de los países que menos apoya un golpe militar en un contexto de alta inseguridad (29.8%). Asimismo, el apoyo a un golpe de Estado en un contexto de alta corrupción es relativamente bajo en Panamá (34.5%), si lo comparamos con el 58.3% de Jamaica, el más alto, o con el 57.2% de Perú, el segundo más alto.

En resumen, la ciudadanía panameña apoya la democracia aunque esté insatisfecha con ella. Hasta allí la buena noticia, porque revisando esos mismos índices de apoyo a la democracia en años anteriores, podemos ver que ha ido cayendo: con altos y bajos, pasó de 73.1% en 2004 a 53.8% en 2018. Exagerando un poco quizás, como dijeron algunos en redes sociales, el dato resaltado por el colega Orlando Pérez nos pone al borde del precipicio, y aunque luego de plantear algunos matices es evidente que aún no estamos allí, sí nos acercamos peligrosamente.

La pregunta obvia es por qué la ciudadanía panameña está tan insatisfecha con su democracia. El informe del Barómetro brinda algunas pistas en clave comparada, apuntando a que en Latinoamérica las personas con mayor educación, mejores ingresos y residentes de áreas urbanas son las más insatisfechas con el régimen político. También los más jóvenes están más insatisfechos en general, al igual que las mujeres. El marco teórico que usa el Barómetro descansa sobre la definición que hizo Schumpeter de la democracia como un sistema en el que unos individuos compiten por el voto de las personas para obtener el poder de tomar decisiones políticas. Se trata de lo que conocemos como “democracia electoral”. Evidentemente, esta es una definición mínima que da como resultado la creencia de que las principales amenazas para un régimen son asuntos como que actores no electos, como los militares, arrebaten el poder a los cargos electos, o que los órganos ejecutivos se queden en el poder más allá de lo que dura su mandato. De cualquier forma, con un poco más de tiempo, la encuesta del Barómetro nos permitirá profundizar en las razones de la insatisfacción panameña. Hay que agradecer al Barómetro de las Américas la realización de este trabajo tan pertinente y riguroso, pues es invaluable la posibilidad de compararnos con nuestros países vecinos y tener una perspectiva histórica del rendimiento de nuestra democracia desde las opiniones de la ciudadanía.

En el CIEPS queremos contestar las preguntas sobre la democracia panameña ampliando un poco la reflexión. Creemos que para empezar a entender las opiniones de la gente sobre la democracia, hay que explorar el impacto que podría tener la desigualdad sobre el ejercicio de la ciudadanía y su relación con las instituciones democráticas en el sexto país más desigual del mundo. Es decir, nos estamos preguntando cuáles son las condiciones estructurales de bienestar socioeconómico necesarias para alcanzar una democracia efectiva. Como nos ha recordado recientemente la politóloga argentina María Esperanza Casullo, esta ha sido una discusión postergada en Latinoamérica por los últimos treinta años (a veces por indeseable) lo que nos ha llevado a concentrarnos en el impacto de la calidad institucional sobre la democracia. Los acontecimientos actuales en Chile, el séptimo país más desigual del mundo, nos están recordando amargamente que cuando hay excesiva desigualdad, la democracia sufre.  En el CIEPS quisiéramos evitar que se postergue más esta discusión en Panamá, por lo que apartaremos evidencia al respecto realizando la Encuesta CIEPS de ciudadanía y derechos anualmente. Estos estudios de opinión tendrán tres secciones importantes:

Democracia, participación política e instituciones. Aquí identificaremos los principales problemas del país, vistos desde los derechos vulnerados. También identificaremos las características de la participación política de los panameños, ya sea en elecciones, por medio de los partidos, de organizaciones sociales o protestando en las calles. También preguntaremos por su valoración de la democracia y de las principales instituciones públicas y privadas.

Servicios públicos y economía. Averiguaremos si la ciudadanía panameña piensa que el Estado panameño garantiza los derechos, principalmente los sociales, como unos ingresos mínimos, la salud, la educación, la vivienda y el empleo.

Valores y formación de la opinión pública. En esta sección nos centraremos en indagar sobre los valores políticos y sociales de la ciudadanía panameña y su percepción del país, de la política. También inquiriremos sobre la opinión que tienen de sus conciudadanos, buscando identificar grados de confianza interpersonal y posibles prácticas discriminatorias. También queremos averiguar cómo se construye la opinión en el país y si la gente considera que se respeta el derecho a la información.

Los estudios de opinión que realizará el CIEPS tienen vocación pública y académica. Han surgido de la convicción de que la opinión de la ciudadanía es importante para que las políticas públicas respondan oportuna y eficazmente a las necesidades y demandas de la población. También creemos que la identidad y la democracia del país se refuerzan cuando la población tiene información que le permite conocerse a sí misma.

Quizás no somos del todo conscientes de que los estudios de opinión prácticamente han desaparecido del espacio público panameño, y hay que hacer énfasis en “espacio público”, porque las empresas, los partidos políticos y las instituciones de gobierno, entre otros, continúan haciendo encuestas de forma permanente para obtener información sobre la ciudadanía. Es la ciudadanía panameña la que no tiene información suficiente sobre esos actores y, tan grave como eso, tampoco sobre sus propias opiniones.

¿Por qué desaparecieron las encuestas del espacio público panameño? Se pueden ensayar varias respuestas, pero visto desde la democracia y las políticas públicas (el producto del sistema político), hay una reflexión necesaria antes de responder. Si entendemos las políticas públicas como el resultado de procesos de deliberación en los que participan muchos actores, incluida la ciudadanía, que ésta no tenga información sobre sus necesidades, expectativas y grados de satisfacción con los servicios públicos es una manera de excluirla o, al menos, de neutralizar la participación ciudadana en esos procesos. En este sentido, pretender que las políticas públicas emanan solamente de decisiones supuestamente técnicas en las que “se hace lo que se tiene que hacer”, aunque la ciudadanía no quiera o “aunque duela”, es un error, porque les resta legitimidad y las separa de su característica fundamental: la orientación hacia el interés público. Restar valor a las encuestas que deberían dar información a la ciudadanía sobre sí misma no es producto de los avances tecnológicos ni de la evolución de nuestras sociedades, sino de una decisión con claros rasgos ideológicos.

A finales del siglo XVI, cuando Francis Bacon reveló en su obra Meditationes sacrae que “la ciencia en sí misma es poder”, empezamos a entender que el valor del conocimiento está en su capacidad de empoderar a los seres humanos. No se trata de aventajar y dominar a los adversarios, como suele interpretarse la muy conocida frase, sino de que la ciencia se plasme en la vida cotidiana. Desde hace quince años, el Barómetro de las Américas está poniendo la ciencia al servicio de las personas, y queremos que la Encuesta CIEPS de ciudadanía y derechos cumpla con el mismo objetivo.