Por Harry Brown Araúz y Jon Subinas

 

El 29 de octubre pasado, un grupo de jóvenes se reunió en las inmediaciones de la Asamblea Nacional para protestar por la distribución de recursos en el presupuesto nacional del año 2021. La fecha coincidió intencionalmente con el primer aniversario de la movilización que detuvo el proyecto de reformas constitucionales promovido por el Órgano Ejecutivo y gremios de empresarios, entre otros actores.

La movilización juvenil de hace un año tuvo características sociológicas inéditas (Brown Araúz, 2019), y la intención de sus protagonistas de perseverar un año después, espoleados por la pandemia, hacen relevante entender por qué protesta la juventud panameña. Para ello, es posible hacer una primera descripción de las motivaciones detrás de las protestas utilizando datos del Barómetro de las Américas, la Encuesta CIEPS de Ciudadanía y Derechos, las dos encuestas virtuales del CIEPS sobre el impacto del COVID-19 sobre la conducta y la opinión pública, y la encuesta virtual Evaluación de conductas relacionadas a salud y alimentación en adultos durante la pandemia, realizada en conjunto por el Ministerio de Salud, la Caja de Seguro Social, INDICASAT, el Hospital Panamá Pacífico y el CIEPS.

Comparten las preocupaciones del país, pero sufren mayor ansiedad

En general, la juventud panameña comparte con los otros grupos de edad la lectura sobre los principales problemas del país. Era así antes de la pandemia y durante la pandemia. En este sentido, en principio podríamos decir que sus reclamos no son extraños a los que tienen otros grupos etarios, con lo cual estarían dando voz a toda la población y fácilmente generarían simpatía.

A finales de 2019, cuando protestaron contra las reformas constitucionales, para las personas más jóvenes –entre 18 y 29 años–, los principales problemas del país eran la educación (25.1%), la inseguridad (24.3%) y la corrupción (14.4%). La única diferencia destacable con respecto a los otros grupos de edad se encuentra en el problema de la inseguridad, que fue señalada por el 31.5% de los mayores de 50 años como el más importante.

La pandemia cambió sensiblemente la lectura de toda la población sobre los problemas del país, incluyendo a la juventud. En marzo, la desigualdad dio un salto enorme desde el 3.4% al 30.2%, para convertirse en el problema más importante según las personas jóvenes, y la corrupción también aumentó significativamente, consiguiendo un 28.1% de las menciones, el doble que en octubre de 2019. Este aumento en la percepción de la desigualdad y la corrupción en el mes de marzo sucedieron en detrimento de la educación y de la inseguridad, que casi desapareció como una preocupación. En junio la corrupción (30.3%) continuó aumentando hasta ubicarse como el primer problema del país según la juventud, y la desigualdad (27.7%) se mantuvo muy alta como uno de los dos principales problemas. Por otro lado, la educación siguió cayendo en importancia hasta el 14.6%.

Curiosamente, según los grupos de edad, en el mes de junio las personas más jóvenes no eran las más preocupadas por la corrupción. Como se ha dicho, de ellos el 30.3% la eligió como el principal problema del país, pero los grupos de edad entre 30 y 49 años y los mayores de 50 señalaron este como el principal problema del país el 36.2% y el 38.7% de las veces, respectivamente. Lo contrario sucede con la desigualdad, que aunque creció muy significativamente en todos los grupos de edad, fueron los jóvenes quienes más la seleccionaron como principal problema en junio (37.1%), mientras que para el 31.6% de las personas entre 30 y 49 años y para el 27.9% de las personas mayores de 50 años, este era el principal problema del país.

En todo caso, no parece ser un diagnóstico distinto sobre el país lo que lleva a la juventud panameña a protestar. Según la información de la que disponemos, podría ser su estado de ánimo. Al analizar las respuestas a la pregunta “¿Qué has sentido durante la pandemia?”, aplicada en junio en la encuesta de evaluación de conductas sobre salud y alimentación, el 61% de las personas entre 18 y 29 años respondieron sentir ansiedad. En este grupo de edad, esta respuesta está 9 puntos porcentuales por encima del de las personas entre 30 y 49 años, y 29 puntos por encima del de los mayores de 50. Visto desde otro ángulo, la diferencia se repite: el 66.9% de los estudiantes universitarios dicen sentir ansiedad, mientras que el 32% de los mayores de 50 años comparten este sentimiento.

Cada vez más interesados en la política, pero lejos de (todas) las instituciones políticas

La juventud panameña vive una tensión entre su cada vez peor relación con el sistema político y un creciente interés por la política. Se podría pensar que resuelven esta tensión saliendo a la calle, al encontrar en la protesta la única institución política a su alcance, pero es que tampoco les gusta protestar.

Claramente, las personas entre 18 y 29 años están cada vez más interesadas en la política. En 2012, 19.2% decían estar “mucho” o “algo” interesados en la política, y en el 2018 la cifra fue de 34.4%. Ningún grupo de edad está más interesado en la política que los que están entre los 18 y 29 años; el 28.8% de las personas entre 30 y 49 comparten este interés y la cifra baja a 25.3% entre los mayores de 50.

No obstante, según lo que pudimos extraer del Barómetro de las Américas, parece que la relación de la juventud panameña con el sistema político y sus instituciones de representación está más rota que con cualquier otro grupo de edad. En 2018 fueron el grupo que menos orgullo sintió por el sistema político (44.0%), el que peor valoró el trabajo del órgano ejecutivo (49.4%), el que menos simpatizó con algún partido (26.8%), el que menos declaró ir a votar (39.8%) y el que menos seleccionó la democracia como la mejor forma de gobierno (51.4%).

En esa misma línea de pensamiento, pero desde una perspectiva histórica, se puede ver que en el año 2014 el 38.1% de la juventud panameña sentía casi “nada” de orgullo por el sistema político del país. Esa cantidad creció a 40.3% en el 2016 y llegó a ser de 44% en el 2018. Por otro lado, cada vez confían menos en las elecciones: en 2014, 37.3% estaba cerca de confiar “nada” en este rito central de la democracia; en el 2016 los desconfiados aumentaron al 45.0% y en 2018 llegaron a ser el 47.3%.

Se podría pensar que el desapego de estos jóvenes hacia las instituciones de representación, y al mismo tiempo su creciente interés en la política, los acercaría a instituciones de acción colectiva como la protesta, pero la respuesta a nuestra pregunta tampoco parece estar allí. Según datos del Barómetro de las Américas (2018), en general la ciudadanía panameña apoya poco el derecho a protestar, pero la juventud panameña es el grupo de edad que menos lo hace (17.2%). Esto es 4.7% menos que las personas entre 30 y 49 años y 8.7% menos que las personas mayores de 50 años. En este sentido, no sorprende que también las personas jóvenes en Panamá sean las que menos declararon haber participado en alguna protesta recientemente (7.3%), cuando el 11.2% de las personas entre 30 y 49 años lo hizo, igual que el 8.8% de quienes tienen más de 50 años.

Reflexiones finales: de la colectividad taxonómica al actor político

La exploración de los problemas del país ha indicado que posiblemente la juventud que protesta le está dando voz a las preocupaciones del resto de la sociedad panameña, por lo que podrían generar simpatía en la opinión pública. Los jóvenes movilizados podrían estar protestando para expresar su desasosiego por la inseguridad, la educación, la corrupción y, desde la pandemia, también por la desigualdad. Igualmente, desde la pandemia parece que el sentimiento que los moviliza podría ser principalmente la ansiedad.

La ansiedad no es un concepto de uso regular para los autores, que somos sociólogos de formación. Intentando entender a estos jóvenes, comparábamos la crisis de finales de los ochenta en Panamá y la invasión estadounidense que nos tocó vivir, con el momento que viven los jóvenes ahora. Nosotros teníamos la esperanza que nos daba la democracia, con la que se comía, se curaba y se educaba, parafraseando al ex presidente argentino Raúl Alfonsín. Los jóvenes de hoy no tienen ese horizonte porque, habiendo nacido y crecido en democracia, no confían mucho en ella ni en sus instituciones, incluyendo la protesta.

Nos hemos referido a “la juventud” como una colectividad taxonómica que simplemente contiene características comunes que la hacen fácilmente identificable, como su rango de edad y la centralidad que tiene la formación académica en sus actividades. Queda bastante claro que contestar la pregunta que da título a este texto explorando la comunidad taxonómica no es suficiente. No lo es porque quienes protestan, aunque jóvenes, sí son capaces de convertir su ansiedad y creciente interés en la política en acción colectiva, quizás creando mecanismos para la toma de decisiones que les ayudan a superar distintas procedencias y hacen entrar en valor sus intereses transversales. Podríamos estar frente a un actor, una vanguardia, con una lectura propia de la estructura de oportunidades políticas (McAdam, Tarrow y Tilly, 2001) que ha generado la coyuntura actual.