El pasado domingo 7 de febrero se realizaron las elecciones presidenciales y legislativas ecuatorianas. En cuanto a los resultados de las presidenciales, el candidato más votado fue Andrés Arauz, heredero político de Rafael Correa, quien fuera presidente del país entre 2007 y 2017. El candidato alcanzó más de un 32% de los votos válidos, lo que, si bien no fue suficiente para ganar en la primera vuelta (se requiere más del 50% o más del 40% de los votos con una diferencia de más del 10% sobre el siguiente candidato), sí garantiza su participación en la segunda vuelta.

El correísmo que representa Arauz tiene un importante apoyo electoral, producto de los logros de Correa en su gobierno: inversión en infraestructura, políticas de protección social y reducción de la pobreza. A la vez enarbola un popular discurso de presencia estatal y críticas a las medidas de ajuste y austeridad que ha tomado su sucesor Lenín Moreno en medio de condiciones macroeconómicas desafiantes. Los votos a Arauz son entonces votos por el retorno a los buenos tiempos de los gobiernos de Correa y a un gobierno con un discurso de izquierda que vaya en la dirección contraria de lo sucedido en los últimos cuatro años.

Pero a la vez, el candidato de Correa carga tres lastres dignos de notar. En primer lugar, el ser responsabilizado del manejo que creó los problemas económicos y sociales actuales. A pesar de que durante el período de Correa (2007-2017) el país tuvo una bonanza producto de los precios internacionales del petróleo y las commodities, se aumentaron el déficit fiscal y la deuda externa con China (con venta de vigencias futuras de petróleo que van hasta la siguiente década y que reducen el margen de maniobra actual), y no se consolidó el cambio de matriz productiva que Correa dijo buscar. En segunda instancia, están condenados por delitos de corrupción el mismo Correa, su antiguo vicepresidente Jorge Glass y varios de sus asesores. Por último, el gobierno de Correa fue criticado por la erosión democrática que representó debido a factores como la persecución y criminalización de la protesta, la cooptación de los organismos de control y su relación con los medios de comunicación, entre otros.

Es por ello por lo que, a pesar de la buena imagen que Correa mantuvo a lo largo de su mandato, estos lastres incidieron en que –transcurridos cuatro años– se redujera en 7% la votación del correísmo en primera vuelta (Lenín Moreno obtuvo el 39% en primera vuelta en 2017), y en mucha mayor medida en relación con la votación alcanzada por Correa en 2013 (ver gráfica 1). En esa misma línea, a pesar de mantener su fuerza electoral en la costa, perdió un 15% de votos en Pichincha, la provincia de la capital Quito.

Al momento de escribir este texto, sigue sin haber claridad sobre quién sería el candidato que acompañaría a Arauz en la segunda vuelta. Al final de un conteo muy apretado, salió adelante por 40 mil votos Guillermo Lasso, un banquero asociado con la derecha política. El tercer candidato, justo debajo de Lasso, fue Yaku Pérez, del movimiento indígena Pachakutik, de gran importancia en la historia política del Ecuador, pero que nunca había alcanzado tantos votos como ahora.

En torno a los resultados se han levantado denuncias de fraude electoral por parte de Pérez, debido a que el conteo rápido del Consejo Nacional Electoral (CNE) le ubicó en el segundo lugar el mismo día de la elección. Ambos candidatos llegaron a un acuerdo de reconteo de los votos el jueves 11 de febrero, pero el domingo 14 de febrero se distanciaron en torno a cartas enviadas por cada uno al CNE, reviviendo las tensiones alrededor de los resultados. Al momento se reanudaron las denuncias de Pérez y la amenaza de una movilización indígena en protesta.

Esto configura un escenario político favorable para el correísmo y su regreso al poder. En primer lugar, porque el candidato de entre Lasso y Pérez que pase a la segunda vuelta necesita buena parte de los votos del otro para poder vencer a Arauz, algo que se hace mucho más complicado si ambos candidatos entran en disputa en torno a un supuesto fraude electoral. Y en segundo lugar, porque existe una importante diferencia entre Pérez o Lasso frente a su candidato en segunda vuelta. Los niveles de aceptación del presidente Lenín Moreno y sus medidas económicas son bajísimos y ya movilizaron a la población en contra durante octubre y noviembre de 2019, y Lasso, que va adelante en este momento, es sin duda el candidato de derecha más asociado a la continuidad de estas medidas económicas.

Sin embargo, no debe dejarse de notar que casi siete de cada diez votantes no se decidieron a votar por Arauz, representando también un electorado no convencido de una fuerza política que viene erosionándose a pesar de que siempre ha pretendido estratégicamente dividir el escenario político entre un “ellos y nosotros”. Esto dejaría en una hipotética buena posición a Yaku Pérez, que con un discurso de izquierda ambiental alcanzó el 20% de los votos, pero tiene más posibilidad de crecer que Lasso.

En suma, en medio de dificultades macroeconómicas, el Ecuador pasa por un momento de confirmación electoral de la demanda por medidas de protección social y rechazo a las medidas de ajuste y austeridad. Dependerá del desarrollo del reconteo y de la confirmación del candidato que pase a segunda vuelta, si esta demanda llevará al correísmo de vuelta a la presidencia o si alguno de los candidatos que pasen a segunda vuelta logrará aglutinar el suficiente apoyo electoral como para dar la sorpresa.