La pandemia de COVID-19, además de todas las afectaciones por contagios o muertes, ha supuesto un vasto cortocircuito al funcionamiento de las sociedades. Las restricciones de movilidad y las medidas de cuarentena han provocando un gran obstáculo del tránsito de personas para controlar el virus, lo que ha tenido unas consecuencias sociales y económicas devastadoras. El pasaporte sanitario, como salvoconducto que pretende garantizar la movilidad humana biosegura, emerge como una solución factible y operativa que ha sido acogida con entusiasmo por varios países y por diferentes sectores económicos. Sin embargo, además de luces, esta iniciativa también tiene sombras que se reflejan en una serie de interrogantes políticos y sociales que es muy importante revisar y debatir.

¿Qué es el pasaporte sanitario?

El pasaporte sanitario, o el dispositivo COVID, como ha sido denominado en algunos medios de comunicación, consiste en un sistema de distintivos a modo de salvoconductos para los vacunados, con el objetivo de garantizar una movilidad humana que reduzca los riesgos biosanitarios en tiempos de pandemia. Esta medida ha sido adoptada en primer lugar por el Estado de Israel, aunque la Unión Europea y otros Estados han anunciando su interés en adoptar prontamente este tipo de medidas.

La propuesta israelita del pasaporte sanitario consiste en dos distintivos, uno de color morado para los que no están vacunados o solo han recibido una dosis, y otro de color verde para los que han recibido su segunda inyección o están recuperados del virus. Quienes lleven el distintivo morado tendrán libre acceso al espacio público disponible para toda la ciudadanía, como centros comerciales, bibliotecas, museos, cafés y algunos centros de culto. Mientras tanto, los lugares con mayores restricciones, como los gimnasios, los eventos deportivos y culturales o los restaurantes, estarían abiertos solo para los titulares del distintivo verde; es decir, para los que tengan un certificado de doble vacunación o de recuperación. Israel es el país que lleva más avanzado el proceso de vacunación: a finales de febrero de 2021 había más de 4 millones de vacunados para una población de 8 millones 800 mil, o sea que prácticamente la mitad de la población está vacunada, por lo que el horizonte de la inmunidad de rebaño está cercana en este país.

Esta propuesta ha sido recibida con mucho interés por parte de la prensa nacional e internacional, y ha generado mucho entusiasmo entre diversos países y sectores económicos, como consta con la gran cantidad de iniciativas y respuestas que ha generado. Por ejemplo, siguiendo los pasos de Israel, el canciller federal austríaco, Sebastian Kurz, propuso la creación de un “pase verde” que conceda ciertas libertades a los ciudadanos vacunados contra el COVID-19. El canciller espera que esta iniciativa sea adoptada por toda la Unión Europea, y para concretarla propone una especie de carnet de vacunación digital en el celular. El Gobierno de Dinamarca también anunció el miércoles 3 de febrero que, en los próximos tres o cuatro meses, lanzará un pasaporte digital que permitirá a los ciudadanos demostrar que se han vacunado.

Sectores como el turismo ven en el pasaporte sanitario una tabla de salvación. En la Unión Europea se le considera una posibilidad de salvar la campaña turística del verano 2021, y la presidenta alemana Angela Merkel ha dicho que el pasaporte sanitario puede facilitar no solo el tránsito dentro del espacio Schengen, sino que incluso puede reactivar los desplazamientos de los países de fuera de la Unión Europea. Una idea similar ya estuvo presente en países del Cono Sur, como Uruguay, que trató de poner en marcha una iniciativa parecida para salvar la campaña turística durante el periodo estival de 2020 por medio de un certificado que reflejara el estar “libre de COVID”. Sin embargo, en enero de 2021, la OMS se manifestó contraria a la emisión de un pasaporte sanitario para poder viajar, argumentando que aún no se puede garantizar que sea una medida eficaz para evitar contagios, y que la disponibilidad de vacunas es aún limitada.

Esta iniciativa compone una propuesta prometedora desde un punto de vista económico, como una estrategia que podría ayudar a la reactivación no solo del turismo, sino también de otros sectores tan afectados por la pandemia, como el comercio o la hostelería, y en términos generales ayudar a remontar la actividad económica que ha sufrido un gran retroceso en 2020. Pero en la práctica, el pasaporte sanitario afronta a una serie de desafíos sociales y políticos, como refleja una manifestación ocurrida en Tel Aviv, en contra de tener que vacunarse para poder acceder a ciertos lugares que mantienen ciertas restricciones[1].

En este sentido, es importante seguir analizando las medidas implementadas por Israel y otros países para analizarlas en profundidad, pero con lo que ya se conoce por los medios de comunicación, es posible argumentar y comenzar un debate necesario. La respuesta frente al COVID-19 ha generado una serie de medidas biosanitarias, cuarentenas y de distanciamiento que muchos sectores sociales no han podido cumplir debido a que conviven en hacinamiento con muchas personas o por no disponer de espacio para el distanciamiento físico. Esta dimensión social de la pandemia no fue considerada a la hora de diseñar las normas biosanitarias, que deben ser analizadas y adecuadas a las condiciones de cada sociedad.

Los desafíos sociales y políticos del pasaporte sanitario

Por una parte, con relación a la conculcación de libertades fundamentales, existe preocupación en algunos sectores sociales por la privacidad y el intercambio de datos, ante un claro peligro de utilizar la información de forma arbitraria. Es importante recordar experiencias similares como el caso de China, que adoptó un sistema de códigos para la movilidad durante la pandemia, que fue cuestionado por oenegés y organizaciones humanitarias[2]. En la experiencia china, al igual que en el proyecto israelita, el código verde era el único que garantizaba la plena movilidad.

Según el Global Partnership for Sustainable Data, se calcula que en el mundo hay más de mil millones de personas que no pueden demostrar su identidad[3] porque carecen de pasaporte, partida de nacimiento, carnet de conducir o documento nacional de identidad. Los documentos digitales que muestran el estado de vacunación podrían aumentar la desigualdad y el riesgo, dejando excluidas a estas personas inidentificadas.

Otro importante factor es que la vacuna contra el COVID-19 no es obligatoria, por lo que hay una parte de la población que, por distintas razones personales, no se la pondrán. En el mundo, Europa es el continente más escéptico, como lo demostró un sondeo del Foro Económico Mundial e Ipsos[4], habiendo llegado a un promedio de 3 de cada 10 personas que no quieren ponerse la vacuna. En América Latina, a pesar de ser más receptiva a la vacunación, una encuesta realizada entre julio y noviembre de 2020 por el Instituto Tecnológico de Massachussets[5] mostraba que en torno a un 20% de la población encuestada no quiere ponerse la vacuna o duda en ponérsela.

En el caso panameño, en una encuesta de opinión realizada por el CIEPS en enero de 2021, un 11.8% no quiere ponerse la vacuna y un 14% no sabe o no contesta si se la pondrá. Con una iniciativa como los pases, habría que pensar qué ocurriría con las personas que no quieren vacunarse: ¿tendrían el acceso restringido al espacio público por no disponer de un certificado de una vacuna que no es obligatoria? Descartar a un 20% de la población no es una decisión sencilla, y tendría consecuencias jurídicas, considerando que en un Estado de derecho es contradictorio obligar a cumplir algo que no es obligatorio.

Por otra parte, existen dudas de la capacidad de vacunar a toda la población, lo que puede generar más discriminación y agrandar las brechas sociales. La inmunidad de rebaño tiene un objetivo  del 70% de la población, lo que podría dejar por fuera a un 30% de esta.

¿Y los países a donde no lleguen vacunas, o bien no lleguen suficientes? Los países de renta baja no están recibiendo la vacuna con la misma celeridad que los de renta alta, y hay constancia de un reparto desigual[6]. En términos de movilidad, si se implementara el pasaporte sanitario, podría ocurrir que solo las personas elegidas para la vacunación de los países pobres tuvieran plena movilidad, mientras que las mayorías sociales de estos países estarían excluidas. Recordemos que se trata de una pandemia global, no regional ni nacional, por lo que afecta a toda la humanidad y las soluciones deben incluir a todos los países.

Estas son algunas de las consideraciones sociales y políticas que deben estar presentes al momento de debatir este tipo de medidas, y que debemos estar preparados para responder. En un contexto de crisis sanitaria, las medidas de bioseguridad son importantes, pero deben ir acompañadas de un análisis político que tenga en cuenta la idiosincrasia y las diferentes condiciones sociales de los diferentes grupos humanos. Diseñar las políticas públicas siguiendo exclusivamente criterios biosanitarios sin considerar la desigualdad, nos llevaría a desarrollar una biopolítica que, si bien puede mejorar algunos indicadores sanitarios y económicos, a la vez puede agravar problemas sociales ya existentes y generar otros nuevos, poniendo en riesgo el proyecto democrático al socavar los derechos fundamentales de amplios sectores poblacionales.

Si el pasaporte sanitario fuese la solución, además de elaborar estrategias para reducir los riesgos biosanitarios, también se deben diseñar estrategias que reduzcan los riesgos sociales, ya que ambas dimensiones son interdependientes.

[1] https://www.trthaber.com/trtvotworld/espanol/en-israel-fue-protestada-la-aplicacion-de-pasaporte-verde-a-los-que-reciben-vacuna-de-covid-19-1584389.html

[2] https://www.bbc.com/mundo/noticias-52215521

[3] https://www.data4sdgs.org/resources/compendio-de-buenas-practicas-para-vincular-los-sistemas-de-gestion-de-registro-civil-y#:~:text=La%20identidad%20legal%20es%20la,sufrir%20de%20explotaci%C3%B3n%20y%20abusos.

[4] https://es.euronews.com/2020/12/18/por-que-los-europeos-son-los-mas-reticentes-a-vacunarse-contra-la-covid-19

[5] https://elpais.com/sociedad/2020-12-08/la-carrera-de-obstaculos-de-la-vacuna-para-llegar-a-los-brazos-de-america-latina.html

[6] https://www.bbc.com/mundo/noticias-55911364