Las desigualdades entre hombres y mujeres que normalmente observamos, medimos y problematizamos tienen en común que ocurren en el espacio público y la economía remunerada. Contamos con décadas de estudios y evidencias sobre estas desigualdades que pueden explicarse con análisis de género. Son también muchas las iniciativas en forma de proyectos, programas, políticas o leyes diseñadas e implementadas para enfrentarlas y superarlas.

Ahora bien, en esos análisis sobre las desigualdades más evidenciadas y problematizadas suelen aparecer otras que ocurren en un nivel anterior, y que pueden determinar aquellas; son las que tienen lugar en el espacio privado, en la organización de la vida doméstica. Las “puertas adentro” de la sociedad y la economía son importantes porque son determinantes, y eso también se ha evidenciado, aunque se haya problematizado e intervenido mucho menos. Tendemos a defender que “lo que pasa en casa, en casa se queda”, o a creer que las políticas públicas no deben inmiscuirse en la vida privada de las personas, como también creemos que el hogar es un espacio seguro, a pesar de que la violencia doméstica sea el principal delito registrado en el país.

Las desigualdades de género que ocurren en el hogar son desigualdades de primer nivel, es decir, son fundamentales. Lo son porque determinan otras que ocurren “puertas afuera”, como que las mujeres no participen en igualdad de condiciones con los hombres en la política, el mercado laboral o la ciencia. Así nos lo advierte su análisis: lo que pasa en casa, la organización de la vida doméstica, es una de las principales causas, en ocasiones mal llamado “obstáculo”, para que las mujeres ocupen cargos políticos, tengan un trabajo remunerado o puedan dedicarse a la investigación científica.

¿Cómo pretender que las mujeres asuman las mismas responsabilidades y horarios de trabajo en el mercado laboral que los hombres si se encuentran asumiendo al mismo tiempo otros trabajos en sus casas en mayor medida que ellos? Los datos sobre la población económicamente activa en el país ya dan cuenta de ello; tres de cada cuatro hombres participan en el mercado de trabajo, frente a solo dos de cada cuatro mujeres; y el 98% de las personas que no buscan trabajo por atender responsabilidades de cuidados, son mujeres. (INEC, 2020).

En la política o en la ciencia ocurre algo semejante. Una de las barreras de participación en igualdad de condiciones con los hombres tiene que ver con las responsabilidades domésticas y de cuidados que asumen las mujeres, la falta de corresponsabilidad social y las dificultades para conciliar.

Son evidencias que indican que la base de las desigualdades que observamos fuera del hogar son las que ocurren en el interior del hogar, y que, por tanto, no habrá igualdad entre hombres y mujeres “puertas afuera” si no la hay “puertas adentro”. Una tesis tan importante y reveladora que ha merecido el último Premio Nobel de Economía para una de sus principales defensoras, la economista Claudia Goldin.

Siendo esto así, ¿cuánto sabemos de las desigualdades de género en el hogar?, ¿qué datos generamos para medir estas desigualdades? Aun siendo tan determinantes para el bienestar social y de las mujeres, hasta ahora estos asuntos no han merecido suficiente atención. Una herramienta fundamental para medir esto son las Encuestas del Uso del Tiempo (EUT). Estas recogen información sobre el tiempo dedicado a todas las formas de trabajo remuneradas y no remuneradas, dentro y fuera del hogar. En ellas se identifican diversas tareas domésticas y de cuidados y la distribución desigual entre hombres y mujeres.

En Panamá, la única EUT se realizó en el año 2011 (INEC). La información estadística recopilada permitió dimensionar el trabajo no remunerado realizado en los hogares y su brecha de género, revelando que las mujeres dedican hasta tres veces más de tiempo a estas tareas que los hombres.

Con el interés de seguir midiendo estas desigualdades y generar conocimiento nuevo sobre ellas, incluimos algunas preguntas en la Encuesta de Ciudadanía y Derechos que realizamos cada dos años en el CIEPS. La primera Encuesta (2019) recogió que el 70,6% de las mujeres asumen “ellas mismas” la mayor parte de los cuidados de personas dependientes en sus hogares; la segunda (2021) reveló que entre las personas que dedican más de 5 horas al día a estos trabajos, son más las mujeres remuneradas, que los hombres no remunerados; y la tercera (2023) nos indica para parejas heterosexuales que las mujeres incrementan su dedicación a estas tareas cuando se unen o se casan y tienen hijos/as, mientras que los hombres las disminuyen. Con relación a esto último hay estudios en otros países que permiten comprobar cómo los hogares homosexuales o con parejas heterosexuales no casadas o sin hijos/s son más igualitarios en la distribución de trabajos domésticos.

Necesitamos seguir generando información que permita un conocimiento actualizado y profundo de las desigualdades en nuestros hogares. Una nueva Encuesta del Uso del Tiempo sería fundamental en este sentido. Es un conocimiento que servirá para informar políticas públicas de cuidados, pero por lo dicho aquí, también para tomar decisiones en nuestra vida privada, y en ello, el tipo de uniones y hogares que queremos.

 

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Originalmente publicado en el diario La Prensa el 16 de noviembre de 2023.