En días pasados, Brown y Subinas (2020) reflexionaban sobre la movilización juvenil de los últimos 18 meses en Panamá. Como manera de profundizar sobre las dinámicas económicas que afectan a la juventud, este texto hoy se enfoca en la situación laboral de la población entre 20 y 29 años en Panamá. El análisis no busca explicar las causas de las protestas lideradas por la juventud panameña, pero sí brindar una exploración inicial de sus perspectivas laborales durante y después de la pandemia. El texto concluye con una serie de propuestas de políticas públicas que pudiesen ayudar a paliar los efectos económicos de la pandemia en la juventud panameña.

Pandemia y desempleo entre la juventud panameña
31.8% de las personas encuestadas entre 20 y 29 años reportaron estar desempleadas en el período de julio a octubre de 2020, según la Evaluación de conductas relacionadas a salud y alimentación en adultos durante la pandemia, realizada por la Caja de Seguro Social, el Ministerio de Salud, INDICASAT, el Hospital Panamá Pacífico y el CIEPS. Esta tasa de desempleo es 10 puntos porcentuales más alta que para toda la muestra de 1,519 personas que fue parte de este estudio. Aunque estos datos no son metodológicamente comparables, sabemos que en agosto de 2019 la tasa de desempleo de este mismo grupo etario fue de un 28.5% según el Instituto Nacional de Estsadística y Censo (INEC). Igualmente, en mayo 2020, el Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral reportó 213,390 contratos suspendidos, y la edad promedio de las personas en esta situación era de menos de 30 años[1].

Estos son unos de los primeros indicadores con los que se cuentan para comenzar a entender el efecto que enfrenta la juventud panameña con respecto al mercado laboral durante la pandemia. La evidencia de contracciones económicas en el pasado, tanto en Panamá como en otros países, indica que las personas más jóvenes no solo suelen ser los más impactados por la reducción en empleos durante una crisis, sino que también tienden a enfrentar las secuelas de esta por el resto de su vida laboral[2].

Por ejemplo, durante la más reciente desaceleración económica antes de la pandemia, los jóvenes entre 20 y 29 años fueron los más afectados en términos de empleo. Entre agosto de 2011 y agosto de 2019, la tasa de desempleo para este grupo aumentó 10 puntos porcentuales, mientras que para los otros 3 grupos de edades este incremento no superó los 5.2 puntos porcentuales (Gráfico 1).

Efectos salariales y de productividad a largo plazo
Durante épocas de contracciones económicas, el desempleo tiende a incrementar debido a la caída en la demanda de los servicios de las personas que buscan trabajo. Esto ayuda a aumentar el poder de negociación de los empleadores, creando las condiciones ideales para que ocurra una reducción de salarios a nivel de mercado. Cuando los jóvenes comienzan su vida laboral con salarios de épocas de contracción, se les hace más difícil lograr o negociar remuneraciones que reflejen su productividad luego de la crisis.  Para los jóvenes que no encuentran empleo, esto significa años de pérdida de experiencia y desarrollo de conocimientos. Esto se traduce en la reducción del valor relativo de su capital humano al no poder actualizar sus conocimientos y habilidades, aumentando las barreras para ingresar al mercado laboral. En efecto, en términos globales, la brecha entre la productividad y los salarios ha venido aumentando desde la Gran Recesión de 2007-2009, convirtiéndose en uno de los factores que más ha influido en el crecimiento de la desigualdad de ingresos en el mundo[1].

Informalidad entre la juventud panameña
Analizando la Encuesta de Propósitos Múltiples de marzo de 2019, el 52.8% de las personas entre 20 y 29 años ocupadas no tenían seguro social, en comparación con un 47.2% para el resto de la población ocupada mayor de 15 años. Un 22.4% de estos jóvenes trabajan por cuenta propia, por debajo del resto de la muestra de la encuesta, con un 34.3%. Esto indica que muchos jóvenes estaban trabajando dentro en el sector formal, pero en condiciones de informalidad, confirmando su bajo poder de negociación frente a los empleadores debido a su relativa falta de experiencia laboral y a las altas tasas de desempleo que enfrentan.

Para la juventud que trabaja pero no tiene seguro social, las diferencias salariales son significativas. La brecha entre la mediana de ingresos entre jóvenes ocupados con seguro social y sin seguro social fue de un 160% en marzo de 2019 (Gráfico 2).

Efectos educativos
En la encuesta de mercado laboral del INEC en agosto 2019, el 47% de los jóvenes entre 20 y 29 años que no formaban parte del mercado laboral asistían a un centro de enseñanza. Esta proporción ha incrementado en 10.4 puntos porcentuales desde 2011, cuando inició la más reciente desaceleración económica. Este comportamiento refleja tendencias internacionales donde los jóvenes deciden ingresar o extender sus estudios como manera de resguardarse de los peores efectos de un mercado laboral en caída. Este tipo de acciones requiere de la disponibilidad de ahorros o de un capital social (es decir, apoyo de familiares o amigos cercanos) que puedan contribuir a los gastos relacionados con la asistencia a centros de enseñanza. Sin embargo, en el caso de la pandemia, la contracción económica puede significar que luego de una apertura completa, los jóvenes que ahora no figuran en las cifras de desempleo por estar enfocados en sus estudios se vean forzados a dejar o reducir el número de horas que dedican a su formación para buscar empleos debido a la inestabilidad laboral y a las altas deudas acumuladas tras meses de moratorias que sus familiares y amistades cercanas puedan estar enfrentando.

Propuestas
Con una contracción del PIB de más del 18% en los 6 primeros meses del año según el INEC, la crisis producto del COVID-19 vendrá a empeorar las condiciones educativas, laborales y productivas entre la juventud panameña. La falta de datos administrativos y encuestas actualizadas no nos permiten dar cuenta de la singularidad sectorial de los efectos que caracterizan la actual crisis económica para este grupo de personas. Sin embargo, podemos suponer que los sectores económicos más afectados (los que tienen más probabilidades de ser cerrados periódicamente como consecuencia de posibles nuevas medidas de distanciamiento social) incluyen la venta al por menor, los servicios de hoteles, restaurantes y bares, viajes, artes y entretenimiento. Estos son exactamente los sectores que atraen a una gran proporción de personas jóvenes y sin estudios universitarios.

En efecto, los desafíos que enfrenta la juventud panameña en términos laborales como consecuencia de la pandemia son diversos y preocupantes, pero con una amplia gama de posibles políticas de mercado laboral de impacto comprobado[1].  Por ejemplo, la situación debería incentivar al sector público a aplicar medidas de intervención activas que ayuden a los jóvenes a seguir estudiando. Esto requiere ir más allá de brindar una educación formal o capacitaciones gratuitas, reconociendo que el costo de oportunidad de asistir a centros de enseñanza va a incrementar debido al aumento en el número de personas en cada familia con situaciones de alta vulnerabilidad económica. Esto requiere de bonos educativos que cubran el costo de la canasta básica de alimentos, transporte y gastos de estudios, para así reducir la posibilidad de que los jóvenes dejen o reduzcan sus horas de estudios.

Los jóvenes que decidan o requieran regresar al mercado laboral enfrentarán pocas vacantes laborales. Frente a ello necesitarán el asesoramiento y apoyo activo persona a persona (sea de manera virtual o presencial) como guía en el proceso de búsqueda de empleo, preparación para entrevistas y adaptación al entorno laboral.  Con este mismo fin, el sector público debería expandir programas como “Aprender Haciendo”, que facilita la primera experiencia laboral entre jóvenes que han culminado sus estudios. Actualmente, el proyecto está enfocado en Panamá, Panamá Oeste y Colón, en jóvenes entre los 17 y 24 años. Para paliar los efectos sociales y económicos de la pandemia, el proyecto debe cubrir todo el país y a un grupo más amplio del mercado laboral de personas jóvenes; es decir, jóvenes de hasta 29 años y con experiencia laboral previa. Igualmente, el programa debe ir más allá de proveer información y apoyo, así como lograr desarrollar mecanismos para garantizar empleos para estos jóvenes, tanto en el sector público como en organizaciones sin fines de lucro y el sector privado. En estos casos, los empleadores pudiesen ofrecer trabajos temporales remunerados para jóvenes desempleados, y el sector público pudiese cubrir los costos salariales por medio de créditos tributarios o bonos.

 


Referencias

[1] Fermín, E. (19 de mayo 2020), 400 mil personas terminarían sin empleo al finalizar este año. La Prensa.

[2] Ver Bell, D. y Blanchflower, D. (2011). Young People and the Great Recession. Oxford Review of Economic Policy, Volume 27, Issue 2, Summer 2011, Pages 241–267 y Gustafsson, M. (2020). Young workers in the coronavirus crisis. Disponible: https://www.resolutionfoundation.org/app/uploads/2020/05/Young-workers-in-the-coronavirus-crisis.pdf

[3] Piketty, T. (2020). Capital and Ideology. Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press.

[4] Escudero, V. et al, (2019). Active Labour Market Programmes in Latin America and the Caribbean: Evidence from a Meta-Analysis. The Journal of Development Studies Vol 55, N.2.