Debido a las constantes crisis ambientales y los retos asociados al cambio climático, la salud del ambiente y la salud de las personas están en juego. Uno de los aspectos de mayor relevancia para mejorar estas problemáticas, es la sostenibiliad de la edificación.

Así, las medidas de edificación sostenible orientadas a una reducción sistémica de los impactos ambientales no son un lujo, son una necesidad urgente. Hasta el momento, la industria de la construcción erróneamente se ha apoyado en un consumo ilimitado de recursos naturales, ignorando que la naturaleza es un sistema finito. Solo un ejemplo demostrativo por poner en contexto, el sector de la construcción es uno de los mayores explotadores de recursos no renovables, que según el World Watch Institute, al año consume 40% del uso mundial de las piedras brutas, grava y arena, y 25% de madera. Además, el continuo incremento de contaminantes al aire, al suelo y al agua procedente de la industria de la construcción, restan calidad de vida a los ciudadanos.

Recientemente en Panamá fue aprobado el Reglamento de Edificación Sostenible, cuya intención, es establecer los requisitos mínimos “para la reducción del impacto que las edificaciones tienen en el ambiente”. El enfoque del reglamento es reducir los impactos de la edificación a través de la eficiencia energética, la gestión de los residuos sólidos en el edificio y mediante medidas de ahorro del consumo del agua.

Es decir, el reglamento se centra únicamente en la etapa de la vida útil del edificio, y olvida que la mayor parte de los impactos ambientales de las edificaciones no se perciben en las ciudades y están asociados a la explotación de recursos naturales, redes de transporte y fabricación de productos que acaban repercutiendo en la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la contaminación, que ponen en riesgo la vida humana.

Es por ello por lo que debe introducirse en el reglamento el concepto sistémico de la sostenibilidad, que implica la reducción de la necesidad de explotar los recursos que requiere una edificación en todas sus etapas de vida, incluyendo los materiales que se requieren para la obra en sí. Ello implica replantear desde cero la manera en que se diseñan y construyen las edificaciones, a través de la introducción de criterios sostenibles desde la selección de materiales de construcción.

De forma tal que se utilicen materiales que sean desmontables en el momento de la demolición para ser reutilizados o reciclados en un nuevo edificio, una estrategia que reduce la generación de residuos y reduce la necesidad de explotación de nuevos recursos naturales.

Por otro lado, dados los crecientes riesgos de inseguridad hídrica, particularmente ante la crisis climática, y el fenómeno de El Niño, obligan a cambiar el rumbo de la gestión del agua. Con ese fin las edificaciones requieren incorporar no solo dispositivos de ahorro del agua, sino sistemas que reduzcan la dependencia de embalses que impactan y ponen en riesgo la vida en otros territorios, a través de sistemas de captación y almacenaje de agua lluvia en los edificios, o sistemas de reutilización de aguas grises.

Por último, el propio reglamento indica que las edificaciones deben alcanzar un confort térmico que evite condiciones adversas a la salud, tales como golpes de calor, infartos entre otros. Debido a ello, el reglamento plantea la necesidad de reducir la isla de calor urbano alrededor de las edificaciones.

Esta condición es fundamental para reducir el disconfort térmico dentro de las edificaciones, y para reducir el consumo energético asociado al aire acondicionado. Sin embargo, el reglamento no recomienda ninguna estrategia para controlarlo, a pesar de que la isla de calor va a empeorar debido al efecto del cambio climático. Según el Climate Impact Lab, la ciudad de Panamá pasará de 9 días al año con temperaturas mayores de 32°C durante los años setenta, a más de 73 días en el año 2050.

Las características urbanas que promueven la isla de calor las podemos encontrar casi en cualquier lugar de la ciudad de Panamá, son la tipología urbana compacta, incluso de baja densidad de población, y la poca presencia de vegetación.

Sin la introducción generosa de espacios verdes y de una estrategia de arborización que bloquee la radiación solar, difícilmente la ciudad de Panamá podrá adaptarse al cambio climático. Y quienes van a sufrir mayores efectos en la salud asociados a altas temperaturas, son los sectores de población menos favorecidos que suelen vivir en las áreas peor urbanizadas desde un punto de vista térmico.

Ante todos estos retos, la necesidad de refundar el ejercicio de la arquitectura y el urbanismo es evidente. Y no basta con introducir artilugios de ahorro o eficiencia en el consumo, debería aplicarse la sosteniblidad desde una visión ecosistémica para que la salud del ambiente y de las personas sea garantizado.

Originalmente publicado el 29 de mayo de 2023 en el diario La Prensa.