Like turkeys voting for Christmas” (como pavos votando por la Navidad) es una expresión que se usa en el mundo anglosajón para llamar la atención sobre algo que no es esperable. Si el pavo es el plato principal en las fiestas navideñas, con seguridad no estará a favor de la celebración en la que será sacrificado. La metáfora vale para pensar las estrategias de los partidos con representación parlamentaria en relación con las reglas del juego y muy especialmente las reglas electorales. La sucesión de hechos se puede enumerar así: uno, los partidos políticos con representación parlamentaria son quienes podrían cambiar las reglas que dan forma a los procedimientos para acceder a cargos. Dos, cambiar estas reglas suele requerir de mayorías amplias establecidas con la intención de dar estabilidad al sistema. Tres, quien tenga la mayoría para efectuar el cambio habrá conseguido su posición de poder con estas reglas, por eso es improbable que quiera cambiarlas. A menos que, cuatro, prevea que va a perder poder en el futuro y quiera contrarrestar esas pérdidas. Su poder queda en suspenso cuando surgen nuevos actores en el sistema, por eso los partidos que ya están dentro pueden tener incentivos a modificar o adaptar reglas que les permitan mantener sus cuotas de poder, aunque vayan perdiendo votos. Finalmente, cinco, cuando las resistencias al cambio son fuertes puede ocurrir que los cambios se produzcan por implosión del sistema.

Dicho con otras palabras y de forma resumida: el camino que eligen los actores depende de la situación objetiva que les da el número de votos obtenido y otra subjetiva, cómo prevén el futuro. Panamá ha tenido procesos de reformas electorales recurrentes e incluyentes, pero al final los pavos nunca han votado por la Navidad. Sin embargo, los resultados de las elecciones del 2024 podrían dejar menos claro quién es ahora el pavo en este cuento.

Durante los últimos 35 años los partidos PRD y, en menor medida, Panameñista, han sido los beneficiarios de un sistema electoral extraordinariamente mayoritario y excluyente que les ha favorecido con victorias presidenciales con un tercio de los votos y altas tasas de ventaja en las elecciones legislativas. Por su parte, en los últimos años lo que hemos llamado “la sensibilidad independiente” o “el movimiento anticorrupción”, que incluye al partido MOCA, la coalición Vamos, organizaciones de la sociedad civil y comunicadores, entre otros, se han quejado con razón y amargamente por las enormes ventajas que la legislación electoral panameña da a los partidos políticos a través de un financiamiento público nada equitativo y sobre todo la distorsión en el cálculo para la asignación de residuos en las circunscripciones plurinominales. Eso una vez nos llevó a decirles, para evitar la resignación de nuestros interlocutores, que obtener una avalancha de votos era la única manera de neutralizar el efecto de esas reglas que consideraban injustas.

Esto fue lo que sucedió el domingo 5 de mayo. El movimiento anticorrupción ha dado un vuelco a la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional con la avalancha de votos necesaria para entrar con fuerza nunca vista a las instituciones de representación. En las elecciones legislativas del 2019, 11 de los trece escaños asignados por residuo correspondieron a la alianza PRD/Molirena. Esta vez, de los 16 escaños asignados por residuo, 9 han sido para candidatos de Vamos y MOCA. Por la forma en que se calcula el residuo en Panamá, se puede decir que esto es producto de los 6 cocientes obtenidos por los independientes, mientras que el PRD, RM y Panameñistas, juntos, obtuvieron solamente 2. Es decir, el movimiento anticorrupción fue el beneficiario de los sesgos mayoritarios del sistema, lo consiguieron consciente y estratégicamente desde el momento que pidieron el voto en plancha “aunque no les gustaba”.

Las próximas reformas electorales, cuyos temas centrales implicarían la realización de reformas constitucionales, dependerán de cómo los actores en contienda perciben su futuro. ¿Entenderá el PRD su descalabro del 2024 como el inicio de su declive y preferirá, por fin, apoyar la definición de un sistema proporcional que sea más justo con su declinante proporción de votos?, ¿se entusiasmará el movimiento anticorrupción con estos resultados y preferirán consolidar su nueva posición dominante manteniendo un sistema mayoritario con el que parece han aprendido a jugar o serán fieles a sus reclamos democratizadores de antes?, ¿cómo se ven a sí mismos RM y CD?

En “El Puente – el podcast del Cieps” comentamos que las normas electorales son producto de coyunturas históricas que llevan a los actores políticos a acordar las reglas para el acceso y ejercicio del poder. Las normas electorales no son un producto técnico, sino que son el resultado de procesos de negociación en los que juegan un papel tanto las ideas como el cálculo estratégico. En Panamá se podría estar abriendo una coyuntura de este tipo. Si es así, nuestro único consejo a los actores políticos de la sociedad panameña, aunque no nos lo han pedido, es que legislen pensando en cómo quieren ser tratados cuando están en la oposición.

Los autores son: Brown, investigador del Cieps y Welp, investigadora del Albert Hirschman Centre for Democracy.