Carolina Guerrero Valencia (autora invitada)

 

Hace pocas semanas, la ex primera dama, Sandra Torres disputó en segunda vuelta la presidencia de Guatemala, donde perdió en unas controversiales elecciones. El año pasado, Xiomara Castro fue electa presidenta de Honduras convirtiéndose en la primera mujer en dirigir su país y segunda ex primera dama en convertirse en presidenta en América Latina, luego de Cristina Fernández en Argentina en 2007 y releecta en 2011.

Estos no son casos aislados, sino que es una muestra de que la elección de ex primeras damas para cargos nacionales es una tendencia creciente en América Latina (Brown Araúz & Casullo, 2023).

En los últimos años algunas se han convertido en vicepresidentas, como Cristina Fernández en Argentina en 2019 y Rosario Murillo, reelegida como vicepresidenta en las elecciones generales no democráticas de Nicaragua de 2021.

Margarita Cedeño perdió la reelección como vicepresidenta de la República Dominicana en 2020, pero en 2022 anunció en que estaría dispuesta a ser candidata a la presidencia o vicepresidencia de República Dominicana en las próximas elecciones de 2024. Asimismo, la semana pasada Marta Linares anunció su candidatura a la vicepresidencia de Panamá acompañando a su marido y ex presidente Martinelli en la fórmula electoral de las próximas eleeciones.

Entre 1999 y 2023, nueve ex primeras damas se han presentado 19 veces como candidatas al Poder Ejecutivo. Este fenómeno ha aumentado significativamente desde 2010 principalmente en América Central, que concentra el 68.4 % de las candidaturas donde se han presentado un total de 13 de candidaturas al Poder Ejecutivo (seis a la presidencia y siete a la vicepresidencia) resultando electas en cinco ocasiones (una presidencia y cuatro vicepresidencias).

Aun cuando los datos muestran que la participación política de las primeras damas latinoamericanas ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, el cargo sigue presentando una ambigüedad en su definición, funciones y regulación. La politización de las primeras damas las ha consolidado como miembros de la élite política de sus países con un acceso privilegiado al poder, que algunas han utilizado posteriormente para ser candidatas a cargos de elección popular.

La primera dama puede jugar un papel clave en el gobierno. Es un cargo político con mucho simbolismo a nivel nacional e internacional y por lo tanto no es rígido, ha ido cambiando gradualmente en el tiempo.

Gran parte de su trabajo de apoyo a la agenda del presidente se realiza a puerta cerrada, pero algunas instituciones formales refuerzan su papel. Los límites y tareas del rol de la primera dama es un tema habitual en el debate político.

Su desempeño en el gobierno, su relación con el gabinete presidencial, los ministerios y otras actorías políticas, sus viajes, discursos y eventuales futuras candidaturas son algunos puntos de controversia. Recientemente en Chile, el gobierno del presidente Boric eliminó el cargo de primera dama de manera institucional. Esto contrasta con la realidad de otras primeras damas en el mundo que han buscado fortalecer y expandir el rol en los regímenes presidenciales.

En una investigación con Ignacio Arana, demostramos que las primeras damas que habían sido elegidas previamente para un cargo político tendían a utilizar el rol como plataforma para mejorar sus carreras.

Como políticas, era más probable que se presentaran de nuevo a las elecciones, y que lo hicieran tan pronto como dejaran el poder ejecutivo. Tras analizar a estas 90 ex primeras damas, encontramos un fuerte apoyo a nuestro argumento: Nuestros datos sugieren que la probabilidad prevista de que las primeras damas con experiencia previa como políticas electas se presenten a las elecciones es del 70 por ciento, y hay un 86 por ciento de posibilidades de que compitan por el congreso, la presidencia o la vicepresidencia en la primera oportunidad que tengan.

Los datos sugieren que más ex primeras damas se presentarán a cargos de elección popular. La tendencia al alza de las candidaturas es clara: 15 de las 26 candidaturas que ocurrieron entre 1990 y 2016 se produjeron en los últimos seis años de la muestra. A la fecha ya son cinco las ex primeras damas que han competido por la presidencia.

El balance para la calidad de la democracia es ambiguo. La elección de ex primeras damas promueve la representación política de mujeres ya que ellas ayudan a compensar la disparidad de género que existe en puestos de poder y también actuan como modelos para que otras mujeres participen en la arena pública.

Pero por otro lado, la elección de ex primeras damas también refuerza las relaciones dinásticas en la élite política. Cuando se agregan ex primeras damas a la lista de familiares políticos en posiciones de poder en América Latina se refuerza también a las familias que ya se concentran en la cúspide, restringiendo la competitividad de los sistemas políticos.

 

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La autora es doctora en Ciencias Políticas, investigadora asociada en el GIGA Institute for Latin American Studies en Alemania