En la actualidad, tanto organismos nacionales como internacionales han publicado un destacado número de textos e investigaciones sobre la desigualdad en Panamá, en los que diagnostican una fuerte incidencia de este factor como barrera para el desarrollo humano y social del país. Sin embargo, los diferentes actores sociales y políticos suelen manejar el concepto de desigualdad de manera distinta, restándole la claridad, operatividad y utilidad que requiere.

A modo de ejemplo, el 19 de marzo de 2019, durante la campaña electoral, los 7 candidatos fijaban su posición sobre la desigualdad en un noticiario televisivo, pero al hacerlo se centraban exclusivamente en la población con menores ingresos, de manera que en realidad estaban hablando de pobreza. Casi tres meses después, el 11 de junio de 2019, la Fundación Iguales convocó a la ciudadanía a un conversatorio para analizar, junto a diferentes actores de la sociedad civil, la desigualdad, la pobreza, la discriminación y la exclusión. Sin embargo, durante el acto se habló del trato desigual en función de factores como género, etnia, nacionalidad, ideología, o discapacidad, entre otros factores; es decir, discriminación y discriminación múltiple, que es cuando un mismo sujeto sufre un trato desigual por diversos motivos.

Entonces considerando que la desigualdad es un concepto complejo y amplio, es importante definirlo claramente y delimitar cómo se diferencia o cómo se relaciona con otros como pobreza, discriminación y exclusión. Hacer estas precisiones es importante porque, de lo contrario, existe el peligro de banalizar o vaciar de contenido este concepto que describe una realidad de crucial importancia en un país como Panamá, donde las élites políticas tienen una especial dificultad en tratar asuntos de orden social (o sociológicos) más allá de la esfera del uso y la gestión de los recursos económicos, como ya he argumentado en un artículo anterior.

Clave 1: Desigualdad no es sinónimo de pobreza, discriminación o exclusión

Posiblemente, la confusión sobre la desigualdad y discriminación se deba a que, en América Latina, una proporción considerable de las ciudadanas y los ciudadanos son discriminados y no pueden ejercer sus derechos civiles por más que sus derechos políticos estén razonablemente protegidos. En los años 90, el politólogo argentino Guillermo Alberto O’Donnell denominó a este hecho “ciudadanía de baja intensidad” y lo atribuyó a una serie de barreras objetivas, como la debilidad del Estado democrático de derecho y el efecto de las desigualdades sociales extremas (PNUD, 2004), una reflexión que sigue siendo válida, tanto en el contexto latinoamericano como en el panameño.

De esta forma, no es lo mismo poner en el centro de la agenda política a la discriminación que a la desigualdad. Un ejemplo muy claro es Sudáfrica, donde 25 años después de la abolición del Apartheid, el nivel de desigualdad se ha mantenido intacto, convirtiéndolo en el país con más desigualdad económica del mundo[1]. Esto se debe a que abordar la discriminación supone poner el foco en los derechos civiles, mientras abordar la desigualdad implica poner en el foco en los derechos sociales (en ambos casos, sin dejar de lado los otros derechos), lo que implica la implementación de políticas de predistribución y redistribución, que son más costosas que las políticas orientadas al reconocimiento de los derechos civiles.

Entonces, para definir la desigualdad de forma sencilla y operativa, distinguiéndola de otros conceptos con los que se suele confundir, vamos a utilizar un término que describe la disparidad entre las personas y los grupos humanos: asimetría.

Para el resto de los conceptos relacionados con el concepto desigualdad, utilizaré el diccionario de la RAE (Real Academia Española)[2] con el objeto de aligerarlos de carga teórica. El primer término relacionado es pobreza, y aparece en el diccionario como “escaso haber de la gente pobre”, mientras “discriminación” es simplemente el “acto de discriminar”, que se define como “dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de condición física o mental, etc”. Por último, el verbo “excluir” es definido como “quitar a alguien o algo del lugar que ocupaba o prescindir él o de ello”.

Estas definiciones nos permiten asociar cada uno de los conceptos con un término:

  • Desigualdad, con asimetría.
  • Pobreza, con escasez.
  • Discriminación, con trato (desigual).
  • Exclusión, con el verbo quitar.

Hacer este ejercicio de relacionamiento con una palabra nos permite visibilizar que, si bien los conceptos “desigualdad”, “pobreza”, “discriminación” y “exclusión” están relacionados entre sí, no significan lo mismo.

Clave 2: La desigualdad no se puede reducir a lo particular ni a lo individual

Además, es importante destacar que la pobreza, la discriminación y la exclusión comparten 2 diferencias sustanciales con respecto a la desigualdad. La primero es que estas afectan a un sujeto o a un colectivo en particular, mientras la desigualdad involucra a toda la sociedad. Esta distinción es básica para entender la dimensión del concepto de desigualdad, ya que obliga a pensar en términos generales y no de forma individual, sectorial o parcial; es decir, obliga a pensar en términos relacionales o de pensamiento social, mientras que los otros 3 conceptos sí describen situaciones que pueden ser particulares. Dicho de otro modo, la experiencia personal o la posición del “yo” que describen la pobreza, la exclusión o la discriminación, es insuficiente para entender la desigualdad, que más bien describe una relación de asimetría entre todos los miembros de una sociedad.

Clave 3: La desigualdad no siempre supone un problema

La segunda diferencia sustancial es que la pobreza, la discriminación y la exclusión no pueden tener efectos positivos, mientras la desigualdad puede ser positiva como expresión de diversidad o diferencia. Al mismo tiempo, la igualdad no siempre es positiva, ya que un orden social demasiado homogeneizante puede traer una falta de libertad que eclipse la pluralidad social, como lo planteaba Aldous Huxley en su distopía Un mundo feliz (Huxley, 1932). También podemos encontrarnos con sociedades donde hay mucha pobreza, pero la desigualdad no es tan aguda. Por ejemplo, África Central es la región más pobre del mundo, pero no tiene los altos niveles de desigualdad de América Latina y el Caribe, que es la región más desigual del mundo a pesar de haber reducido la pobreza y la pobreza extrema (CEPAL, 2018). En otras palabras, tener un menor índice de desigualdad no pone a África Central en una mejor posición en términos de desarrollo social y humano.

Entonces, la pobreza, la discriminación y la exclusión nunca son positivas, sea su intensidad alta o baja; por el contrario, la desigualdad solo supone un problema cuando es excesiva o muy marcada, que es cuando se transforma en subordinación o en una profunda asimetría en la distribución de poder.

Clave 4: Desigualdad extrema, pobreza, discriminación y exclusión son conceptos interseccionales

Además de distinguir los conceptos, es importante analizar cómo se relacionan entre sí, por lo que a continuación presentamos una gráfica para visibilizar estas intersecciones.

  • La pobreza puede estar presente junto con la discriminación (C), como en el caso de la aporofobia o el rechazo por los pobres (Cortina, 2017).
  • La discriminación puede estar unida a la exclusión (D), como en el Holocausto, donde los judíos, que no eran pobres, fueron discriminados y excluidos por el régimen nazi.
  • La exclusión puede estar presente junto a la pobreza (C) cuando los pobres son invisibilizados o desplazados lejos del centro de las ciudades.
  • La discriminación puede estar fusionada con la exclusión (D), como en sociedades fuertemente patriarcales, donde la población LGTBI es discriminada y excluida, sin ser pobres necesariamente.
  • Cuando un grupo humano sufre los 3 tipos de agravio, se considera un caso de desigualdad extrema (A).

Si no tenemos claras estas diferencias e intersecciones entre desigualdad, pobreza, exclusión y discriminación, existe el peligro de que el concepto de desigualdad se desdibuje a tal punto de no ser operativo: perdería su capacidad descriptiva y analítica, engrosando el cementerio de conceptos que no sirven para entender la realidad, mucho menos para transformarla.

Bibliografía:

CEPAL (2018). “Panorama social en América Latina 2018”. Publicación de Naciones Unidas. Santiago, Chile.

Cortina, Adela (2017). “Aporofobia, el rechazo al pobre”. Editorial Paidós, Estado y Sociedad, Barcelona, España.

Huxley, Aldous (1932). “Un mundo feliz”. Editorial Debolsillo, Barcelona, España.

PNUD (2004). “La democracia en América Latina. Hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas”. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Nueva York, EE.UU.