El discurso dominante sobre el embarazo adolescente en Panamá (aquel que se da entre los 15 y 19 años), sostiene recurrentemente algunas certezas. Por un lado, las cifras, altas y preocupantes, se mencionan en continua referencia a los datos de África, como en una suerte de amenaza en la similitud, y con conciencia de la alarma que esta comparación produce en la opinión pública. “América Latina es la región con mayor fecundidad adolescente del mundo después de África Subsahariana” (UNICEF y Plan, 2014). Por otro lado, las consecuencias, todas negativas, enfatizan los riesgos de salud que un embarazo tiene en la vida de la adolescente y su bebé (parto prematuro, bajo peso al nacer, morbilidad neonatal, anemia, preeclampsia) o las consecuencias sociales (abandono de los estudios y perpetuación de la pobreza). Es un discurso que, si bien se basa en estudios científicos y datos estadísticos oficiales, generaliza sobre las adolescentes, sobre la ocurrencia y las consecuencias de su embarazo. Pero en particular hay una característica de este discurso que merece una mirada más crítica, y esta es que problematiza el embarazo adolescente por las consecuencias que acarrea, más que por las causas que le dan lugar.

Este discurso mantiene una “preocupación” generalizada sobre el tema en diversos sectores de la sociedad y la opinión pública, pero aun desde posiciones ideológicas polarizadas, expresa  posturas que resultan conservadoras (unas en mayor grado que otras) respecto a los derechos sexuales y reproductivos de las/os adolescentes y las mujeres. Esta problematización generalizada del embarazo en la adolescencia produce menos consensos en su dimensión práctica o política. Entre los abordajes se reconocen una diversidad de posiciones que dirigen acciones, como la implementación de educación sexual en las escuelas, más y mejor acceso a servicios de salud sexual y reproductiva, más control de la sexualidad adolescente o incluso políticas punitivas. Así, unos y otros debaten y contraargumentan, aireando sus principios morales: por un lado, su compromiso con los derechos sexuales y la autonomía corporal de las adolescentes, o por otro lado, sus prejuicios y estereotipos, sus sesgos clasistas, racistas o machistas, pero sobre todo, miden su poder y su dominio. Ese es el debate que paraliza las iniciativas legislativas que hasta ahora se han propuesto, sin éxito, orientadas a abordar de una manera más o menos directa este problema social y de salud pública nacional.

Ahora bien, ¿hasta qué punto seremos capaces de plantear una acción efectiva, transformadora o justa en relación con el embarazo en la adolescencia, si en su análisis abunda un énfasis en las consecuencias y las cifras, sin dar la misma atención a las causas de estas realidades? ¿Cuánto sabemos de las causas profundas o estructurales de este fenómeno?

En Panamá, si bien se tienen estudios científicos relevantes sobre el tema con un enfoque clínico, epidemiológico y social (Vigil-De Gracia et al. 2007; Mendoza et al. 2013; Estrada et al. 2018; Chamorro et al. 2020, por citar solo algunos), aún hacen falta estudios cualitativos que permitan una comprensión más profunda, atendiendo a las particularidades de este fenómeno en el país. Específicamente, hacen falta estudios que recojan las perspectivas de las propias adolescentes; que aborden el tema desde una perspectiva de género (normas y relaciones); que describan las condiciones y posiciones de los hombres que embarazan (adolescentes o no) y que tomen en cuenta la diversidad de dichas adolescentes, considerando sus distintas condiciones sociales, como la etnicidad, la clase social o el lugar de residencia. Desde estas aproximaciones, otras evidencias permitirían indagar y abordar el fenómeno de otra manera, con impactos más estructurales sobre las causas profundas de los problemas vinculados a un embarazo precoz.

En esa línea, desde hace aproximadamente veinte años se hacen estudios que, con un enfoque crítico, revisan y cuestionan las premisas y sesgos del discurso hegemónico y, aunque no consiguen arrebatarle su posición dominante, son rigurosos y reconocidos en la literatura científica sobre el tema (Stern, 1997; Cogna 2005; Llanes 2012; De Jesús y González 2014). Algunas autoras han llamado a estos estudios “contrahegemónicos”, haciendo referencia a su perspectiva crítica con respecto a los otros. Entre sus principales aportes se encuentra que cuestionan la explicación causal del fenómeno, donde suele aparecer una concepción fuertemente estigmatizada de la adolescencia (inmadurez, irresponsabilidad, sexualidad prematura y de riesgo, que necesita control), y en su lugar ubican condiciones estructurales que explicarían las causas del embarazo, como las desigualdades de género, étnico-raciales o socioeconómicas. Del mismo modo, estos estudios plantean una diversificación de las consecuencias, haciendo a un lado la perspectiva que las generaliza, las considera irremediables o totalmente negativas. Para ello resulta fundamental un análisis de las condiciones sociales en que se encuentran las adolescentes, así como el valor o el significado que dan ellas mismas a su propio embarazo, según sus experiencias de vida previas, sus contextos socioeconómicos y culturales.

Entre los aportes más destacados de esta literatura “contrahegemónica”, destaca que evidencian la existencia de condiciones estructurales de desigualdad y pobreza previas al embarazo, y que muchos de los problemas vinculados al embarazo en esas edades –en la salud materno-infantil, el abandono de los estudios y pobreza– tienen más que ver con esas propias situaciones, entendiéndolas como causas. Por ejemplo:

  • Que las condiciones de salud y vida previas a la adolescencia pesan más en los riesgos de salud materno-infantil que la edad o el embarazo en sí mismo, en especial para las adolescentes de más de 16 años.
  • Que en muchas ocasiones, el embarazo adolescente surge en contextos previos de fracaso o abandono de los estudios, lo que amerita un análisis crítico del sistema educativo o de salud y sus dinámicas discriminatorias.
  • Que el embarazo, más que una causa de pobreza, es una manifestación de la pobreza en la que ya se encontraba la adolescente, con escasas posibilidades de movilidad social.

De esta forma, los problemas que en el discurso dominante son planteados como consecuencias del embarazo en la adolescencia, tendrían más que ver con condiciones previas de vida y salud que con la edad y el embarazo en sí. Serían, por tanto, la pobreza y la inequidad en el acceso a la educación y la salud, así como otras desigualdades sociales, las que explicarían tanto el embarazo en la adolescencia, como sus consecuencias perjudiciales.

Sin dejar de problematizar el embarazo adolescente, estas posiciones críticas con el discurso hegemónico sugieren que este último expresa otras realidades sobre las que no se suele profundizar, y permite realizar algunos cuestionamientos centrales para el entendimiento y el abordaje del fenómeno: ¿El discurso dominante analiza también o del mismo modo las desigualdades socioeconómicas, de género o étnico-raciales? ¿Reconoce críticamente la existencia de una injusticia económica o de una dominación masculina y étnico-racial en el país? Son preguntas críticas que permiten identificar nuestras posiciones con relación a la problematización del embarazo en la adolescencia.

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Nota:
Este texto forma parte de una revisión bibliográfica sobre el estudio del embrazo adolescente en América Latina y Panamá, identificando los principales aportes de diversas áreas científicas y metodologías, en especial las técnicas cualitativas y la antropología, realizado en el marco de la investigación titulada: “Una etnografía sobre el embarazo adolescente en Panamá: más allá de las cifras”, financiado por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT) en su convocatoria de Fondos de Investigación y Desarrollo 2018 (FID 18-014).

UNICEF Y PLAN, 2014:

https://www.google.com/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=&ved=2ahUKEwja_8CQhdPxAhWRkxQKHaP2Br4QFjAAegQIBBAD&url=https%3A%2F%2Fwww.unicef.org%2Flac%2Fmedia%2F6351%2Ffile%2FPDF%2520Publicaci%25C3%25B3n%2520Vivencias%2520y%2520relatos%2520sobre%2520el%2520embarazo%2520en%2520adolescentes%2520.pdf&usg=AOvVaw2rF6IxoV2VPaiR_-uQy37y

Referencias bibliográficas

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Gogna, M. 2005. Embarazo y maternidad en la adolescencia. Estereotipos, evidencias y propuestas para políticas públicas. Buenos Aires: UNICEF, CEDES, Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación.

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Llanes, N. (2012). Acercamientos teóricos a la maternidad adolescente como experiencia subjetiva. Sociológica, 27 (77): 235-266. https://www.researchgate.net/publication/262762793_Acercamientos_teoricos_a_la_maternidad_adolescente_como_experiencia_subjetiva

Stern, C., 1997. El embarazo en la adolescencia como problema público: una visión crítica. Salud Pública de México, 39 (2), 137-143. https://saludpublica.mx/index.php/spm/article/view/5990

Vigil-De Gracia, P., T. Arias, G. Lezcano, L. C. Caballero, J. G. Chong, A. De Mendieta, R. Bravo, E. Navarro, C. De Urriola. (2007). Embarazo en adolescentes en la República de Panamá. Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Venezuela, 67 (2):73-77. http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0048-77322007000200002

Mendoza, A., R. G. De León, L. Martínez, F. Chamorro, E. Chur, F. Rodríguez, C. Poveda, H. Flores, I. Sandoval. (2013). Inequidades en la salud sexual y reproductiva de las mujeres indígenas en Panamá. Revista centroamericana de Obstetricia y Ginecología, 18 (1), enero-marzo, 15-20. http://www.revcog.org/index.php/revcog/article/download/636/544